sábado, 1 de octubre de 2011

CHARLA VIRTUAL CON TEODORO RUBIO


Cuelgo este pedacito de un correo que acabo de enviar al amigo Teo,Teodoro Rubio, casi ni lo reviso, pero me ha parecido bien irme por otros caminos esta mañana de sábado, porque su pregunta y mis palabras me han permitido fugarme "Mar Adentro", como si otra vez Candás nos abriera sus brazos.

El autor, para el lector, es un amigo incondicional que está siempre dispuesto a una charla silenciosa, es un ser que arroja luz y que arma verdades para las cuales, muchas veces, no tenemos palabras o para las que nos faltan experiencias vitales. El escritor horada en los afectos, en los miedos, en las dudas, nos seduce o nos deja esperando una cita, como si fuera una presencia, algo que ha estado desde siempre porque en el ritmo de su escritura están todos los ritmos que se han metido en nosotros para armar ese imaginario, donde la subjetividad tiene el protagonismo, en tanto nos permite ponernos en el lugar de los hechos y vivenciarlos como auténticos testigos presenciales.
Por otra parte los clásicos tienen la bendición del tiempo, la suerte de contar algo que de algún modo esclarece o se integra en la memoria colectiva como definitorio, imperecedero. Lo clásico tiene el don de lo original y la originalidad, es la búsqueda constante del humano para ser ese sujeto único e irrepetible que somos.
El clásico desvela recursos y modos y maneras, enseña (Y LA COMUNICACIÓN HUMANA ES ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE) y es, esencialmente, ese "querer poder", el intentar vivirlo todo en primera persona, sobre todo aquellos autores o libros que se leen como recorriendo a la luz de un candil la casa ya conocida de los abuelos o la de esos parientes misteriosos que, por miedo, por cariño o sólo por si acaso, nos despiertan las ganas de buscar, de saber, de ir más allá de lo que objetivamente vemos, de lo que realmente somos y con quienes tejemos lazos de afectos y de dudas.
El juego libera y cuando se lee por la pasión de leer, la lectura se hace juego, se hace fácil y nos permite la confianza de dejar a medias un texto para volver a él con ansiedad y que nos reciba con los brazos abiertos y sin reproches, en un indescriptible ejercicio de lealtad. El libro es puerta y, en intangible, pero verdadera comunión con el autor la abrimos y cerramos, el libro es camino que vamos desbrozando con la certeza de que a buen sitio lleva y esa confianza nos la permite al autor que previamente diseñó el camino y que, a propósito puso trampas, recovecos para que sintamos el placer de vivirlo con la autenticidad que se vive la propia vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta... y cuando se le por la pasión de leer la lectura es como un juego