lunes, 11 de junio de 2012

CICLOS, ETAPAS, RACHAS,TEMPORADAS...

Siempre que tengo que marchar de algún sitio de esos que me regala el destino, el azar o el privilegio de este oficio me pregunto si empieza o acaba, me pregunto si es una etapa, un ciclo, una temporada, una racha.
Sé que es un tramo, un trozo del camino, pero intentando equilibrar significados y contextos, me hago un lío y sucumbo al delirio de lo apocalíptico, ese delirio casi endémico del caribe que traduce en boleros y habaneras (al menos en mi tierra).
Hoy me marcho de México a Buenos Aires, en un viaje que el boleto dibuja interminable, y marcho como dejando a medias algo que regaló la existencia a esta suerte de paria que  me va definiendo la vida de este último año.
Es cierto que "el sur también existe", pero yo tengo ganas de nidos y de abrazos, de casa, de consuelo, de café y de domingo con alma de domingo y eso me han dado México y su gente, la gente que rondó mi vida en este último mes de sueños, de aprender que lo imposible no es el sueño, lo complicado es elegir el camino, la compañía y el modo de hacerlo florecer o germinar (es tan grande el germen como la flor, o al menos eso creo)
He reasumido muchas cosas, incluso la soledad dichosa que me permite el vuelo, he visto la raíz y el ala, he aprendido a dejarme querer sin miedo a no entregar nada a cambio y eso es un modo de ejercer la generosidad.
¿Alguien se atreve a decirme que esto no es un bolero al que le faltan violines y guitarras, un traguito de ron y una mirada que le dé sentido y verdad?
Ahí os lo dejo porque no sé, si un ciclo cierra o una etapa comienza, no sé si una racha me atraviesa y me consuela o  si una dulce temporada de ilusiones y de ganas, me sostiene.
Sea lo que sea lo voy tomando a sorbos para que alivie la sed y no me embriague.

domingo, 10 de junio de 2012

Otro pedacito del cuento


y cuando la oscuridad de la noche sin luna coronó sus cabezas y se tragó de un bocado a los cuatro horizontes del pueblo, se hizo el silencio y con el silencio el mar cantó una canción cargada de nostalgia: sentir las olas sin verlas es una ceremonia triste. Y fue tan honda la tristeza que asumieron que el mar que los había traído en busca de esperanzas sólo le devolvía el dolor del abandono, del desarraigo, de la fuga y decidieron, unánimemente, darle la espalda al mar.

En cuanto clareó el día sus azules, de una, todos levantaron sus casuchas apenas ancladas en la tierra y como en una danza giraron sus portales tierra adentro y las primeras casas de mi pueblo dieron, definitivamente, la espalda al mar y a su cantinela. Fue Meneses el único pueblo en la historia del mundo que se negó a contemplar la belleza del mar.
Acostumbrado a ser centro de todas las miradas el mar no comprendió que aquel pueblucho insignificante se negara a admirar su grandeza. Y fue tanta su ira que decidió arrancarlo, hundirlo, tragárselo con todas sus casas, sus gentes y sus sueños.
Vino a traición, de noche, vino subiendo, creciendo silencioso, pero furioso, iracundo, ciego. Vino mientras la gente dormía a piernas sueltas porque la gente honesta no tiene pesadillas que le asusten o le aligeren el sueño. Era una mole oscura la que se tendía sobre Meneses para devastarlo cuando en el alma del mar canto la pena y decidió arrancar a mi pueblo de sus raíces chicas y llevarlo tierra adentro.

Para que no sea tan largo el abandono..


Mi pueblo, Meneses, nació por azar, ese azar antiquísimo gracias al cual se fundan los lugares que luego habitaremos hombres y mujeres. Gente de cualquier parte fue llegando a aquel trocito de tierra caribeña quién sabe de que parte del mundo y allí fueron plantando sus casuchas de pobres y sus esperanzas.
Cuando el pueblo recién nacido a la orilla del mar tuvo calles y un parque y sus habitantes gritaron con su acento sus nombres propios al viento del Caribe, decidieron juntarse y celebrar que un pueblo nuevo le había nacido al mundo y a la orilla del mar cantaron y bailaron sus cantos y sus bailes viejos y comieron y bebieron y se contaron las vidas como las habían vivido o como quisieron vivirla porque al fin al cabo uno puede fiarse poco del recuerdo. (...)

Un trocito del cuento que tanto he contado y que ahora, por fin, escribo

sábado, 2 de junio de 2012

OFICIO Y MAR

Hace unos años, en Candás, Asturias, hablaba del mar del mar y del oficio de cuentero en un encuentro de poetas; "Mar adentro"
Allí conté y dije algunas palabras sobre este oficio de cuentero, de esas palabras encontré estos apuntes en esta mañana sin mar y como la nostalgia sublima el pasado, me parecieron lindas y aquí os las dejo:

 Al nombrar el oficio fue que acudieron a mi dos palabras claves del mar y de mi profesión: AFECTO y MEMORIA. Todos guardamos una primera vez frente al azul que nos posee y, en el interior, una frase  que no pronunciamos con la misma certeza con que la pronuncia un personaje de “El libro de los abrazos”- ¡Ayúdame a mirar!
Y es que el mar es la vida con sus cantos, sus olas, su vaivén, su maravilla.
El mar llevó a mi isla la suerte de lo divino y de lo humano., gracias a la mar, lo cubano se fraguó mestizo con los recuerdos que a golpe de MEMORIA, AFECTOS Y PALABRAS defendieron del olvido los que, con mayor o menor fortuna, llegaron a la isla más grande del Caribe, esa que de tan linda tendríamos que llevar a pasear por el mundo a golpe de remos- parafraseando a Onelio Jorge Cardoso.
La profesión o el oficio del cuentero son como el mar, el público es la playa, siempre abierta y siempre distinta, siempre esperando el golpe del oleaje en el que se mezclan cuentero y cuento, que, amalgamados, se hacen una fuerza única para seducir e invadir la playa y su entorno en un acto que no renuncia, por su apariencia  y esencia cotidianas, a la maravilla de lo efímero.
Cada palabra llega con la cadencia de la ola y lame, acaricia o golpea y se queda palpitando mientras que el público vibra, calla, aprueba o rechaza. Es el mismo juego; el del cuentero, el del mar.
Desde siempre así ha sido, un balanceo arrullador que nunca cesa y que resuena, hasta el infinito, en sus propios ecos.
La memoria es un mar definitivo e inmenso que nos lleva y nos trae, a veces barco, a veces ola, a veces náufrago, a veces pájaro que lo sobrevuela y que. en su danza de viento, también lo habita, le imprime carácter pero siempre, seamos lo que seamos, constituimos un pedazo indiscutible y esencia de ese universo que poblamos, habitamos y nos define…

Y como postre esta hermosa canción en la voz de Ana Díaz, un mar de potente y dulce voz recién llegado a mi playa: DE OLA EN OJO