Cansado de esperar, el pirata quiso abandonar mi pueblo sin costas. Al intentarlo, descubrió un para de retoños en mitad de su pata de palo; había echado raíces.
Decidió quedarse y, entonces, pasó por delante de sus ojos un vestido azul turquesa que se movía con un sensual vaivén de mar en calma. Sus ojos marrones siguieron aquel contoneo y ella notó una mirada insistente de hombre a la altura de sus nalgas. Paseó el mismo camino unas cuantas veces y se detuvo luego para mirar con descaro al pirata.
La joven tenía los ojos del mismo azul del mar que él añoraba y el hombre la miró como quien otea el horizonte y al alma le llegó con aquella mirada. Decidieron amarse para siempre.
Mi abuelo pirata tuvo el privilegio de envejecer con la certeza de un amor que le ofreció raíces y horizontes.
Esta es la versión apretada de la historia que narra por qué mi pueblo, Meneses, tiene por patrona una Virgen marinera, por qué mi abuelo fue un pirata y por qué olvidamos el color de los ojos de mi abuela paterna que escribí para mis amigos de Légolas y su genial propuesta de echar a rodar los cuentos
viernes, 22 de abril de 2011
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