lunes, 21 de septiembre de 2009

UN GUIÑO A ESA OTRA CARA DE LA MEMORIA

Hoy es el DÍA MUNDIAL DEL ALZHEIMER, en las calles de Ciudad Real carteles, alguna sonrisa y una que otra uhca solidaria...
Y yo que tengo fijación con la MEMORIA y todos sus afluentes, con los AFECTOS y los COMPROMISOS, quiero mandar mi abrazo a todos los que de algún modo están sensibilizados con la enfermedad y convoco a aquellos que aún no ha tenido a bien saber de que va este complicado asunto.
Para todos ellos un fragmento de un texto que escribí a raíz de mi primera colaboración con esta Asociación y que por lo que me conmueve no he podido contar con las ganas que me exigen los afectos...

“Los ojos son espejos”- decía, desde niña, Leopoldina, desde que aprendió a leer los entresijos y los caminos ocultos en los ojos sabios de sus mayores o en la mirada inocente de sus amigos y hermanos. Se quedaba alelada viendo como su cara salía pequeñita de los ojos de otros.
Le gustaba también la mágica transparencia del agua, aquella luz maravillosa que reflejaba su rostro y le permitía deshacerlo al lanzar una pequeña piedra, jugando a imaginar su carita de niña con las sabias arrugas de su abuela María.
Mientras miraba el temblor de su rostro sorprendido en el agua, se le ocurría pensar que las arrugas eran ríos secos y entonces, corría a besar los surcos que adornaban las caras viejas de su calle: Los besos son manantiales, también decía (...)


Entre amores y ganas se dio mujer a los hombres que pasaron con andar propio, unos aprisa y otros apenas en silencio y más de uno caló hondo en su alma frágil y sabia, rebelde y dulce. Pero su vida, la raíz misma de su vida, sus alas y sus miedos, sus ganas y su sed fueron de aquel que llegó sin nombre, ajeno, diferente, como quien llega del olvido y a él se dio enterita y con el ahondó sus manantiales y labró los surcos con los que engalanaba sus espejos en el instante mismo en que se veía envejecer, vivir la vida. Yo digo que este hombre sin recuerdo fue la premonición del tiempo que ahora vive (...)

Ya no canta, no cuenta, ya no se busca en los espejos, ya no sonríe con esa risa limpia de quien vive la vida, seguro de vivirla. La abuela Leopoldina es como un arcón vacío que, como abandonado, espera que el olvido libere al rehén de su pasado.
No sé si espera, pero a diario acudo a ella para plantar manantiales en los ríos que surcan su cara limpia, olorosa a jabón y florecilla temprana. Y después de besarla la miro, la miro aunque sus ojos me miren sin mirar, sin distinguirme. La miro porque gracias a ella aprendí que los ojos son espejos para que el mundo se mire en ellos y mientras su mirada, aparentemente vacía, devuelva mi rostro pequeñito, yo tendré la esperanza de su cuento, su canto y de su risa.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Aldo:
Si bien a veces olvido hasta mi nombre, nunca olvido el sonido de tu voz y el recuerdo de tus palabras. Es de agradecer, y mucho, que siempre estés dispuesto a comprometerte con quienes más te necesitan.
Un fuerte abrazo y ¡qué no nos falte la esperanza!

Anónimo dijo...

Querido Aldo, desde la letra o desde la voz, desde donde quiere que estés, siempre me conmueves y alegras
Un abrazo,
Jesús Lozada

Anónimo dijo...

Gracias por la poética verdad de tus palabras.
Marta

Anónimo dijo...

Amigo, sabes que el cuento "del abuelo" me emociona, tal vez, porque mi abuelo en los últimos meses de su vida era incapaz de reconocerme, de articular una frase coherente y echaba de menos sus palabras y sus historias de la guerra de África.

Hoy no pondré mi nombre, por respeto a mi abuelo, pero tu sabes quien soy.