domingo, 19 de junio de 2011

Doña Flora y sus palabras aromadas


Escuchar contar a Flora Ovalles es pegar la oreja a un manantial de agua dulce. Flora es miel y canela. Es un girasol amarillísimo, espléndida en generosidad. Dulce, pero no de esa dulzura que raspa, sino de la que engancha porque no empalaga, no cansa
Y es que Flora es auténtica, una mujer en estado puro, sensualidad sin aditivos, como un arrollo que te canta y te pide viajar en su corriente de agua fresca (que no fría)
Y mientras te cuenta, te seduce y no sabes si es una mujer hecha y derecha o una niña juguetona que quiere quedarse en ti para que la consueles o para ser consolado porque ella es generosidad y las personas generosas dan y reciben con la misma vehemencia.
Cuando cuenta su voz suena como en esas tardes amarillas del Caribe después de que ha pasado un huracán, un ciclón (uno de esos que no son tan bravos) y el viento se revuelca en el cielo con actitud de gemido, con sensibilidad de arrullo.
Yo la veo más amiga y es que una cuentera de verdad, auténtica, te cala y se te cuela en las honduras y no tienes más remedio que dejarte amar y amarle como quien en la primavera se hace naturaleza y estalla.








lunes, 13 de junio de 2011

TENGO GANAS DE HABLAR Y QUE ALGUIEN ME ESCUCHE



Ahora mismo tengo una sensación confusa, se debaten la ilusión y la melancolía; la añoranza y la esperanza ¡Otra vez a Venezuela!
Hace cuatro años este Festival (El de Barquisimeto) supuso una puerta a esa parte del mundo al que pertenezco y que las circunstancias insulares me negaron el privilegio de conocer y asimilar.

Me recuerdo asustado (aunque pareciera lo contrario) y con la ilusión crecida porque estaría con Pedro Mario López, un narrador cubano imprescindible cuando se habla del oficio y los afectos y las ganas de contar con este acento "entreverao" que me ha permitido la vida de mis últimos años.
Hoy ha hecho calor en La Mancha, un calor de los de toda la vida (la vida de aquí), de esos que cuecen y convierten al campo en un mar dorado que, de no ser por la cuchillada del sol, invita a navegarlo, a surcarlo para desentrañarle la vocación de infinito que tiene esta tierra que me acoge y me ampara.
Yo tengo un frío extraño, una absurda sensación de melancolía que no sé como nombrar, ni sé si nombrarla es lo que necesito y quiero. Pero es como esa punzada dulzona y casi ñoña del amor que te despierta mariposas y, aunque siempre que viajo prefiero no aferrarme a las certezas, me asegura que será bueno, buenísimo, volver a este Festival con el alma preñada y el corazón sin estaciones, para curarme contando que es una digna y mágica manera de curarse.
Vuelvo con la intención del abrazo, con la mirada limpia de los siete años y el mismo temblor conque a los diecinueve años surqué mares para intentar construir la vida que ahora vivo y en la que se consolidaron las ganas de ser este cuentero errante que, errando crece y creciendo cuenta los caminos que vuelven y salen del mismo sitio: la memoria.

viernes, 10 de junio de 2011

OFICIO Y LEALTAD O REQUIEM POR UNA AMISTAD QUE SE HIZO MENTIRA

Es cierto que corren tiempos en los que la incertidumbre cercena los pilares que sostienen el oficio, pero ¿Acaso vale la pena, en aras de ganar espacios, echar por tierra la imagen de los compañeros?
Siempre he creído que contar cuentos debe sustentarse en la lealtad y en la honestidad. Al menos, para mí, es un privilegio que la gente me descubra cuando cuento, que se perciba el temblor que delata desde dónde esta brotando la historia que seduce o provoca, que silencia o alarma, que desvela o arrulla, que conmueve o deja indiferente.
También es cierto que somos diferentes, muy diferentes: algunos llegan y enseguida el mundo se echa a sus pies, a otros les intuimos vacíos y luego te sorprendes con la boca abierta y el corazón pleno de poesía (y viceversa), algunos pasan de largo hasta el momento de la sesión y hay quien se vende y sabe hacerlo, entonces, por la rozón que sea, uno se pregunta cómo.
Si algo bueno tiene la vida (y nuestro oficio la cuenta y contándola la reinventa y la vive) es que pone las cosas en su sitio. Es justo que nos agranden o convenzan, más o menos, el trabajo y los modos de nuestros colegas. Es justo y normal (se llama subjetividad) pero siendo objetivos hay desprejuiciarse y dar al ego un puntapié y aprender a asumir el rol del público, siéndolo, viviéndolo, sintiendo que esto en un ejercicio de comunicación y que si la gente se entrega es por que se conmueve y disfruta; nos gusten o no las maneras de enfocar el trabajo que tiene el otro.
Me avergüenzan aquellos que se acercan a programadores y otros seres con el poder de ofrecernos espacios y tiran por tierra la imagen de compañeros injuriando, calumniando, construyendo imágenes falsas con el fin de trepar y subir y medrar y joder (esa es la palabra exacta) Puede que entre amigos y compañeros sea normal decir abiertamente lo que me gusta y o que no, lo que me chirría y lo que me convence (movidos por la razón que sea) pero llegar a la inmoralidad de construir imágenes erróneas ante aquellos que nos dan la oportunidad de defender el oficio y defendiéndolo ganarnos la vida, me parece deleznable.
Por suerte la vida fluye y no hay nada más socorrido que un día detrás de otro y las aguas toman su cauce y lo que sube baja y quien a yerro mata a yerro muere y la mentira tiene las patas cortas y así hasta el infinito porque marineros somos y en el mar, andamos (en mi país se cambiaron arrieros por hombres de mar)
Respetémonos, que a cada quien la vida dé lo que se merece porque lo construye y se lo gana o porque como al burro la casualidad le ayuda. Defendamos el oficio desde la dignidad, eso nos hace mejores cuenteros porque contando desvelamos lo que somos.

jueves, 9 de junio de 2011

DESVARÍOS

Que no quiero la dulce
Caricia dilatada,
Sino ese poderoso
Abrazo en que romperme
Jaime Gil de Biedma


Tanto vuelo sin pausa, tanta fuga, tanta ternura desatada, tanto mar ajeno y a la vez común, tanto decir que pasa, que todo pasa y queda…
Y en su paso, el ardor de la huella que deja el desamor, cuando pone sus huevos bajo la piel del verso, ha cerrado a cal y canto la puerta a mis recuerdos y estoy como queriendo decir algo con nombre impronunciable por la punzada que deja en mi silencio.
No sé qué quiero ahora que la noche masculla rubores y vergüenzas para escupirlos, irreverente, al pie de la cama; para fugarse luego y dejarme desconsolado en la urgencia de bautizar algún gemido lento que preñe mi corazón de auroras.
Y no quiero el arrullo, ni la nana. No quiero el frígido consuelo de tener que decir: lo siento, tampoco quiero escuchar lo mismo de otras veces como un remiendo apurado a la esperanza que, al resolverla, la desdibuja y la prostituye.
Quiero anegar la noche de abrazos, sólo abrazos; quiero romperlo todo, que cada trozo salte en estampida de luz para cegarme y ciego de mis luces recorrer las verdades y las sombras que esperan, ojerosas, en la puerta cerrada donde calla el recuerdo que pasa y que se empoza y que no fluye, ni crece, ni se rompe.

miércoles, 8 de junio de 2011

OFICIOS Y PRIVILEGIOS

Hay un día en que se constata el privilegio de un oficio, la suerte de echar palabras al vuelo sin otro ánimo que el de sacar a la luz esos lugares comunes que son las ausencias, el recuerdo, los miedos, la memoria y al nombrarlos, hacerlos certezas.
Esta historia empezó hace poco más de un año en el patio del Hotel Convento de Santa Clara, en Alcázar de San Juan.
Yo fui a contar, esa vez me tocaba contar y confieso que ya tenía vivencias suficientes para dejarme llevar por la magia con que el lugar arropa y sublima las palabras (al menos las mías) y jugar, simplemente jugar a tejer un camino invisible entre mis recuerdos viejos y la memoria reciente de unos adolescentes llegados a La Mancha gracias a la Ruta del Quijote y al privilegio de los Viajes Educativos (puede que en peligro de extinción)
Los encuentros anteriores fueron mágicos por la sensatez de Vicente Montiel al proponerme que no hablara del Quijote y diera rienda suelta a los afectos. Fue así como el Meneses de mis recuerdos, el de mi niñez con casa vieja y calle de piedras, en el que sólo tenían hora exacta el colegio y las comidas porque el resto del tiempo se perdía entre carcajadas, libros, canciones, juguetes y alguna que otra maravilla que inventaba la carencia, apareció para facilitarlo todo, para contar lo que tuve y lo que me faltó, lo que soñé y lo que me inventé (todo ello mezclado hace el recuerdo)
La serpiente y su cola, un cuento del cubano Onelio Jorge Cardoso, se prestó a ser puerta y sin quererlo o porque lo quiso (como el abuelo de la historia) se volvió camino porque marcó el ritmo de la sesión y me atrevo a decir que el de la noche. Un camino que sacó nostalgias y vivencias, alguna lágrima y más de un abrazo con ganas de consolarnos ausencias comunes y de apretar esos lazos nuevos que, dada las prisas de estos tiempos, se me antojaban fugaces, frágiles.
Pero ha querido el destino, y a ese destino han contribuido generosamente Marian y Ana, que esta semana mi voz sonara en Mallorca, en El Arenal y en Porto Cristo, en sus respectivos Institutos, donde tiene el lujo de constatar que han elegido el magisterio por vocación.
Han sido días intensos, de redescubrimiento y de suspiros, de abrirle puertas a mi vocación de palabrero y a mi oficio de cuentero. Es cierto que las orejas han sido ávidas y generosas y por eso, mi palabra tuvo eco y arrope en los silencios y en las risas, en los suspiros y en los ojos mojados, en el travieso que se guardó la travesura, en el que volvió a tener pocos años y llamó mi atención para que sus ojos sintieran mi presencia, en los maestros y maestras que me arroparon y me cuidaron y mi hicieron sentir como un amigo viejo que vuelve de la vida a reinventar los camino de antaño, en el asombro de los ojos y en la sorpresa de las bocas (como el día en que mi madre levantó el vuelo)
Ha sido un lujo, un lujo como pocos nos permite este tiempo fugaz que nadie atrapa.
Pero si algo me conmueve y a la vez me silencia ha sido el reencuentro con los chicos y las chicas de la Ruta, los de cuarto, mis amigos, los ojos que recordaré siempre que diga había una vez y mis cuentos censuren al silencio.
Puedo decir algunos nombres, pero no vale la pena porque son una piña apretadísma, donde fluyen los afectos casi de manera oculta y saltan a la luz cuando se hacen necesarios para arropar el llanto y la melancolía, para mostrar al mundo que son agua que fluye cargada de emociones, transparente, vivaz, irrepetible como el río de Heráclito, pero con vocación inevitable del río que es siempre río y aunque falte la lluvia, bastará una gota mínima de agua para que fluya y cante.
Habéis sido un regalo, sois un regalo y seréis siempre los que mejor sabéis escuchar la primera historia que conté mucho antes de saber que este sería mi oficio y mi vicio y, gracias a personas como vosotros, un privilegio.

jueves, 2 de junio de 2011

Donde nacía la lluvia


Si llovía, mi casa era el aguacero. Desde el techo caía la llovizna y pegadito al suelo aparecía un río, que de lado a lado, atravesaba la casa de mis juegos. Todo para que mi madre perdiera la cordura e Ivis y yo viéramos pasar el agua subidos en la cama y escondidos debajo de las sombrillas conque mami nos protegía del catarro.
Ese día, cantaban altísimo las ranas y mi hermana le pedía a mi padre que acabara con ellas, moría de miedo. Y yo moría entonces de tristeza, si mi papá salía sigiloso para acabar la alegría conque ellas llegaban hasta allí, pensando que en aquel lugar nacía la lluvia.
Sólo la tristeza de mi madre, me hacía pesar que aquello no era fiesta. Y cuando salía el sol, cuando escampaba, el piso era de tierra, los muebles de tan húmedos se pintaban de blanco. Y mi madre, descalza, fabricaba de nuevo el espejo por donde caminábamos, mientras mi padre sacaba agua nueva de la cañada, para limpiar el cauce del río en que crecimos.

martes, 31 de mayo de 2011

y yo sigo pensando... y cuando pienso, canto

Me disponía a salir y me vino a la mente esta canción de Pablo Milanés, buecándola, descubrí en subtítulo "Canción de cuna para una niña grande" y me han venido a la mente todas las nanas que me cantaron, las que canté y las más dulces que consolaron mi soledad y mis dudas y hasta mis desamores.
Para todos y todas los que me arroparon y me consolaron alguna vez con sus susurros dulces, estos apuntes para un poema que será canción de un disco de nanas y rondas, un sueño que amaso lentamente, como los buenos sueños se amasan:

Encajitos de espuma
Tejen las olas
Para arropar el sueño
A las caracolas
Y para acurrucarlas
En su regazo
La playa tibia
Abre sus brazos

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Azules olas
Mecen cantando
Un arrullo salado
Que va pintando
Maravillas de nácar
Que en sus destellos
Regalan a la playa
Suspiros, sueños

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Un abrazo salado
De sal y espuma
La blanda arena
Se vuelve cuna
Y se duermen soñando
Las caracolas
En el vaivén celeste
Que hacen las olas

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

192 años y un poema imprescindible

Un día como hoy de 1819 (me recuerdo redactando notas para Radio Enciclopedia, en La Habana) nació Walt Whitman y me viene un poema imprescindible de Federico García Lorca.

ODA A WALT WHITMAN

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.



Y ya, de paso y porque me gusta , uno de Norge Espinosa, poeta y dramaturgo cubano, por aquello de rizar el rizo y porque el azar me lo trajo hace unos días mientras hurgaba en la páginas de La Jiribilla y de donde lo he copiado tal cual.
(Fue un decubrimiento maravilloso hace muchos años, casi 20, recién llegado de Moscú con problemas ideológicos y en una librería de Santa Clara)

VESTIDO DE NOVIANorge Espinosa

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt
(Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste
(de novia
en la oscuridad del ropero.

Lorca


Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules.
Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar
(el aguacero
y la senda del barco hacia la luna.
Cómo va a poder
Cómo va a poder así vestido de novia
si vacío de senos está su corazón si no tiene
(las uñas pintadas
si tiene sólo un abanico de libélulas.
Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo
(el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le
(dejó solo.
Ay adónde va a ir así este muchacho
que se sienta a llorar entre las niñas que se
(confunde
adónde podrá ir así tan rubio y azul tan
(pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos
(descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad
(pertenece a la madre.
De quién a quién habrá robado ese gesto
(esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna
(vez fue de las sirenas.
Quién
le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará
(los senos conque sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel
(hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién quién le va a desvestir sobre qué
(hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle
(las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido
(de novia.

Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que
(alguna vez quiso llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas.
Con qué estrellas con qué astros podrá mañana
(adornarse los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay
(este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y
(no quiere salir no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la
(confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro
(parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos.
Con qué espejos con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un sólo silbido
(para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por los
(grillos
siempre del otro lado del puente siempre del
(otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado
no sabe el número tampoco él lo sabe.
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia
(el amanecer.

Con qué espejos
con qué ojos.

Estrasburgo me atrapa ¿Me atrapa o me seduce?



Hace una semana estaba como el inocente que asiste a la mañana de los Reyes Magos. Ante mí un billete, una ciudad que me enamora y el deseo de un reencuentro largamente acariciado (entiéndase por largo un mes, a veces exagero por oficio) con personas con las que comparto esas dimensiones humanas que son los sueños y la nostalgia.
Razones tenía suficientes para volver con la misma intención con la que vuelven las cigüeñas (no es tiempo para hacer elogio a las gaviotas) había espacio para anidar, para tejer y destejer ese complicado marasmo de afectos que el más modesto y auténtico de los festivales de cuentos que conozco, había inventado en una semana en que la palabra fue sólo pretexto, un humano y hermoso pretexto.
Volví con ganas de quedarme y hasta con la "macacrabra" idea de aburrirme o decepcionarme de la ciudad y de la gente de otros lares que la habita y la hace parienta de los lugares que dejaron del otro lado del mar; apenas abrí la puerta de casa corrí a buscar un billete para que no se me pasara la euforia, para que no languidecieran las ganas porque tenía ganas muchas ganas de constatar verdades fuera del laboratorio mágico y engatusador que resulta un Festival, sea de lo que sea.
Volví y he estado casi una semana amasando estas palabras, rumiando estos afectos que dedico a la Casa de América Latina en Estrasburgo y a su gente.
No quería regresar con las manos vacías y propuse a Ligia ( que ya es mía gracias a su balcón, a su sinceridad, su alma y al camarada Jameson que no defraudó y se mantuvo fiel a sus principios) contar y cocinar (dos de mis vicios confesables) y ella que tiene vocación de camino lo aceptó y me ofreció la cocina y el corazón para guisar a fuego lento un cubanísimo ajiaco y un afrocubano quimbombó (okra) con la receta de mi madre y con mis desvaríos de gordo tranculturizado y de paladar mestizo. Entre plato y plato, cuentos y al final, de postre, mi primer flan gigante de leche condensada, el mismo que se cocinaba antaño y que es ahora nostalgia en las cocinas de mi país sin leche condensada y con escasos huevos (de gallina, aclaro)
Lo disfruté y creo que los asistentes también gozaron mi disfrute y entonces constaté que el hombre tiene dos hambres en cualquier latitud y que si a esas ganas o necesidades se le suman las ganas de nutrir que heredé de mi madre y de mi abuelo, entonces la combinación (modestia, apártate) es más que fructífera.
Gracias a la Maison por cobijar mis sueños, gracias a los amigos por curar mis tristezas, gracias a Ligia por permitirme entrar en su casa y en su vida. Gracias, que es una palabra muy simple y que por ello nadie como ella dice lo que dice.
No sé si lo he dicho bien, pero lo he dicho de verdad, con sincero gozo y con la punzadita de envidia que me produjo dejar a Ligia y a Amalia Lú Posso Figueroa en perfecta comunión con una tarde tormentosa de martes y la fiel compañía del camarada Jameson.
Aquí estoy, siempre dispuesto a volver y es una amenaza...
¿Cómo lo hacemos?



PD. la foto es de Mariana Otero, una colombiana más dulce que la panela

lunes, 30 de mayo de 2011

DE LOS "RECUERDOS DE MI ÚNICA CASA"

LAS LLAVES DEL CIELO

¿De dónde sacaron aquel nombre tan raro de mi abuelo? Tan raro era que mi madre y sus hermanos no supieron llamarlo por su nombre. De ahí que nosotros heredáramos la costumbre de llamarlo “papá”. Así, sencillamente así. Pero el asunto no era tan sencillo, porque decir “papá” era callar el grito, espantar el miedo, asustar el regaño y si decías “papá”, antes o después de pedir permiso, cualquier punto del horizonte era buen camino.
Estoy seguro de que mi abuelo tenía las llaves del cielo y que algo de leyenda marcaba su vida. Porque eso de que él no dijera mentiras y que en mi pueblo se tejieran las historias que se tejían acerca de su barba, donde mis primos y yo solíamos tejer desde un columpio hasta una enredadera repletica de flores, era demasiado raro.
Y es que ese abuelo nos vino a todos como mandado a hacer: hablaba bajo, no se peleaba nunca, sabía de muchas cosas -sobre todo de consuelos- y, cuando regresaba en su caballo, por los ojos alucinados de la bestia sabíamos que venía de alguno de esos sitios que ni sabios, ni poetas, han logrado encontrar en sus inventos y en sus sueños.
En las alforjas de su montura había de todo: guayabas, ciruelas, lagartijas, pedacitos de caña, fotos de la familia, gatos recién nacidos y panes de gloria; eso por sólo mencionar algo. Miren si guardaba cosas en las alforjas que un día, según el más mentiroso de mis primos, papá llegó de Caibarién y traía en las bolsas de su montura un helado para cada uno. Ese día, cosa rara, nadie lo estaba esperando y papá se puso tan triste que mi primo tuvo que dejar su tarea de domar avispas y comerse uno a uno los helados para que el abuelo sonriera.
Le creí a medias, pues papá tenía un sentido de la justicia que una pomarrosa chiquitica alcanzaba para todos y eso que, además de nosotros que éramos diez, siempre había cuarenta o cincuenta muchachos rondando la casa. Para todos había; mientras más chico, más rendía. Porque entonces papá te miraba a los ojos de un modo que el frutal entero se metía entre la dulzura de su mirada y el pedazo de la fruta que apenas se veía en tu mano.
Confieso que fui el más preguntón de todos, por eso sé otras cosas que no digo; pero papá me confesaba sus caminos con sólo una caricia. Estaba seguro de que, muy a su pesar, yo nunca correría a caballo y conservaría intacta la memoria, o al menos más clara que la suya, a él, por momentos, la brisa del galope le enredó las ideas.
De mi abuelo se dicen muchas cosas, tantas que hay días en que un caballo relincha y pronuncia su nombre, una vieja suspira y es su nombre , un niño ríe y es su nombre y el llanto, y la certeza y el café…Todo es su nombre , su nombre raro y su apellido largo. Esas palabras que se me han vuelto viejas y que son la honradez y la decencia.
El recuerdo es demasiado frágil, la vida corre más aprisa que su caballo blanco… Papá está demorando mucho su regreso.

REGUEROS


Parece que la vida convulsiona, la vida total y el trozo que me toca.
¿Cuánto puede guardar una maleta?
¿De todo lo que guarda que es lo que verdaderamente ha valido la pena apretujar para que luego te mire compasivo y a la vez exigíendote razones para justificar el olvido?
Hoy deshago las rinconeras de mi casa y es como si escudriñara los guacales del alma.
Cada detalle, cada olor, cada prenda usada tiene una historia truncada por el paso de las estaciones y por mi paso atolondrado por el tiempo que me habita y despilfarro viviéndolo (linda manera de despilfarrar)
Hace días que me rondaban las ganas de decir y mira por donde, cambiar de sitio las cosas de casa te hace pensar en tanto camino trillado a fuerza de costumbres o de miedos, que al final son una misma cosa, en tanto se protegen, se defienden, se amparan.
Afuera el sol enciende rostros y ventanas, dentro de mí algo languidece en positivo, aunque parezca extraño. y me propone un vuelo a la raíz, un fuego nuevo, luminoso o caliente, pero llama que combustione y en su ardor renueve, funde.
Seguiré organizando los cajones puede que así se aclaren las ideas de este tiempo que demanda revoluciones a pesar de las prisas, el miedo y la sordera.

domingo, 8 de mayo de 2011

PARA OIRTE MEJOR

¿Qué cuenta la música de cámara? Esa fue la pregunta que desató lo que hoy ha sido una mágica mañana de domingo en Toledo.
Yo no canto, cuento; no soy músico, "palabreo" que es otra manera de despertar a la oreja, lugar por el que la palabra y la música se van haciendo un sitio y anidan o despiertan inquietudes, emociones, preguntas y silencios.
La propuesta me llegó de la mano de Hernán Milla, pianista y con el beneplácito de uno de los cubanos ilustres de mi lista de cubanos cercanos y entrañables, Carlos Cano Escribá, flautista del Trío Cervantes y que hoy para mi confianza y seguridad, sustituía a Rosa Sanz, de gira por Rumanía y que junto a David Olivares y el propio Hernán Milla, conforman Ilma Ensemble
Yo tenía que poner voz y palabras a un concierto didáctico.
Las certezas se construyeron en la ilusión de hacer algo nuevo, diferente y compartir con músicos llenos de tantas inquietudes como talento.
Me atreví y hoy asistí (asistimos) a un juego maravilloso de afectos, música y palabras. Este domingo fue especial, distinto, entrañable.
Constaté que hay otra didáctica: la de los afectos, la de compartir el placer de aprender a compartir, a jugar, a escuchar, a estar, en familia, en otros espacios en los que la norma se construye gracias al disfrute y por eso es flexible y es de todos.
Imagino que algún día alguien colgará un vídeo, una foto, un recuerdo y tengo la esperanza de que alguno de los asistentes cuelgue un comentario que de fe de lo que supuso esta sonora y luminosa mañana de domingo, en la que la música de cámara contó con voz propia y una voz prestada que hay mucho por hacer, que todo lo que se hace sin otra aspiración que la de compartir afectos, tiene en los humanos el mágico efecto del gozo y el disfrute (esas caras amables de la libertad).
Palabras, melodías; frases, en definitiva, y el placer de jugar, convencidos de que en la didáctica del juego, la espontaneidad es preponderante y desde la espontaneidad, conmover, convencer, animar, regalarnos ese placer común a cuenteros y músicos que nos otorgan la oreja y el que escucha y escuchando, aprende y nos enseña.
Gracias por contar conmigo.

lunes, 2 de mayo de 2011

LA TRADICIÓN ORAL ¿VALOR EN ALZA?



A dónde va lo común, lo de todos los días
Silvio Rodríguez


Si miro atrás, a la raíz de mi conciencia lectora, surgen dos títulos que en su tiempo antólogo Herminio Almendros, maestro español (machego, de Almansa), y que tituló “Había una vez” y “Oros viejos”. Descubro entonces, en ese primer recuerdo que la mayoría de las historias que conformaban el libro tenían su raíz en cuentos populares y tradicionales.
Quizás fue una suerte asimilar el legado de algunas culturas orales como una “especie” de literatura porque, lógicamente esos cuentos habían pasado por una “depuración” estilística para responder a las demandas de las nuevas estructuras sociales que, lógicamente generan nuevos conceptos y nuevas visiones del universo.
O tal vez fue ese el error en que creció mi generación, en el desdeño de lo Oral por cuanto representaba la pertenencia a un pasado del que nos habíamos sacudido y que, supuestamente, íbamos camino de superar.
No sé si estaba predestinado a vivir del cuento, aunque viniendo de una familia de habladores todo era posible, pero fueron, casualmente dos historias literarias las que despertaron en mí las ganas de contar “La serpiente y su cola”, Onelio Jorge Cardoso (Cuba) y “La historia de un caballo que era bien bonito”, de Aquiles Nazoa (Venezuela), pero el devenir de mi oficio por una intuición no concienciada, no asumida del todo, ha querido llevarme por el maravilloso camino de la Tradición Oral.
Mientras intentaba esta reflexión llegan a mí unas palabras de Antonio Rodríguez Almodóvar:
"Los cuentos tradicionales siempre han tenido en cuenta esta delicada fase de la formación del pensamiento y, en general, del psiquismo infantil. Por eso contienen una significación simbólica que no aparece en primera lectura; para que la propia mente, en su desarrollo, se haga con el sentido. De ahí que los auténticos cuentos tradicionales tampoco posean mensajes explícitos –moralejas-, que son propios de la cultura ideológica, o doctrinal. Aquellas cualidades son más profundas y más rica en las versiones de la tradición oral o popular".
Y entonces lo veo claro, lo cuentos de tradición oral cuentan lo que somos y es, gracias a su aparente simpleza, que se te cuelan en el imaginario, porque desde este llegan, en este se reinventan, se “conservan” y ese, es su valor más auténtico.
De un tiempo a esta parte ha habido una avalancha de publicaciones que intentan recoger la “memoria oral” de muchas culturas, no sé si para potenciar el valor de las mismas o para “hacer caja” de la necesidad de muchos ámbitos de abrirse a la pluralidad del mundo.
Hemos visto de “casi” todo, hasta extremistas interpretaciones que relegan a un segundo plano e incluso al olvido, el auténtico valor de estas narraciones que gracias a los libros se han hecho tangibles.

Pero ¿Dónde estriba el valor del cuento popular y de otros elementos de la tradición oral? ¿Por qué constituyen una herramienta?
Muchas veces los valores de los cuentos de tradición oral no se manifiestan abiertamente, si sólo buscamos desde el reducido prisma de lo explícito. Y es que los valores, nacen del ejercicio cotidiano y humano de entender la realidad, reinventarla, comentarla, asumirla, reconstruirla desde los valores heredados o desde los valores en construcción (los valores son procesos). Las visiones reduccionistas de los valores nos hacen, muchas veces, menospreciar, despreciar o trasformar erróneamente aquello en lo que se sustenta la esencia y el valor de estas creaciones.
En la Tradición Oral todo se reviste de una aparente simpleza que no siempre asusta, que no hiere e incluso nos sorprendemos riendo de afirmaciones, aseveraciones y juicios que en otros contextos rechazaríamos abiertamente.
El cuento popular, de tradición oral cuenta lo que somos, lo que pensamos porque va desvelando de dónde venimos y de dónde vienen algunos de los principios, normas y valores que arman nuestro imaginario individual.
De ahí que no sea prudente versionar por versionar, recontextualizar por modernizar, lo propio sería considerarlo una entidad viva y que sean, ámbito, interlocutores, circunstancias las que atribuyan, en el proceso, un nuevo valor al texto.
La fundamental riqueza del cuento estriba en que se arma desde la subjetividad por lo que, al desatarse el proceso de COMUNICACIÓN, se activan en el oyente sus capacidades de análisis y asimilación de lo que se cuenta a veces de manera conciente, otras inconcientemente. El bagaje de la tradición oral radica en su valor patrimonial, en su capacidad de nombrar lo cotidiano con los recursos propios de la cotidianeidad.
No hay que complicarlo, ni juzgarlo, hay que disfrutarlo como algo propio y permitir la libertad de que sus múltiples enseñanzas se armen en comunión con los saberes del que cuenta, del que escucha, del que asume la historia como un ente vivo, con rasgos de identidad que de alguna manera nos desvelan la identidad propia.
Entonces, nacerá (más allá de tópicos) la condición de herramienta para incidir en determinados procesos y favorecer la creación de auténticos espacios de comunicación afectiva que, ajenos a las doctrinas, nos permitan contar y contando construir los que somos.

lunes, 25 de abril de 2011

VERSOS PARA EL RECUERDO

Hace unos meses (tantos que si los nombro me parece que a punto estuvo esta crónica de caer en el olvido) me llamó Javier, de Úbeda. Él y Beni venían a Ciudad Real, ciudad que a ratos me acoge, al concierto que su hija daba en Pachamama.
Yo hace un tiempo, por error y por miedo al humo, me había alejado de los cantautores. Tenía razones más que suficientes para ir: una compañía de lujo, tiempo y ganas de que el alma se abriera al recuerdo y las palabras de un amigo, José Lemus, que alguna vez me habló de una muchacha de Úbeda que cantaba como los ángeles.
La muchacha que canta y a su vez, hija de Javier y Beni, es Zahara. Una mujer que sabe muchas cosas, sobre todo qué decir y cómo cantarlo.
Me atrapó, me sedujo, me conmovió por eso una canción "CAMINO" y el motivo que la inspira (que luego supe, de voz de Zahara, en un desayuno con flores en la Plaza Mayor), me movieron a escribir estos versos adultos cuando mi manía de jugar a las poesías se hacía cada vez más vieja.


No es que no quiera volver,
es que no encuentra el camino;
la maraña que el destino
ha tejido con su ser.
Hoy sin mañana, el ayer
perdido en la lontananza,
donde el olvido y su danza
juegan a inventar la ausencia
con la luz de tu presencia,
con la raíz del querer.

Se hizo tu mirada espejo
donde engalano mi risa
para que bebas sin prisa
la ternura que te dejo.
Y mi recuerdo más viejo
renace en algún suspiro
que se escapa cuando miro
cómo te pierdes volando
y me consuelo cantando
la huella en la que me inspiro.

Abuela, en la lejanía
te busco arrullando nanas,
calentando las mañanas
con aromas de poesía
y tu voz, que se hace mía,
va dibujando emociones,
armando nuevas razones
que censuran al olvido
y en mi pecho te haces nido
donde empollan mis canciones.

Y por si quieres volver,
cuando recobres tus lazos,
yo me reservo un abrazo,
una flor y un alfiler,
el mismo cuento de ayer,
un mago y un peregrino,
una bruja, un adivino
que ayuden a levantarte
y que puedan arroparte
si reencuentras tu camino.

sábado, 23 de abril de 2011

MENESES, UNA NOCHE DE HACE 20 AÑOS

Nadie entiende a la noche
si un cocuyo de roza las almohadas,
tanto silencio no puede ser la aurora,
tanta torpeza no amasará precisa
la esperanza.

La noche tangible es lastimera y dura
si tocase un descuido la soledad del sexo,
si una canción viniera de la nada al deseo.

¿Flotará la esperanza
en la suerte cocuyo que lastima los sueños?

Nadie entiende a la noche,
sólo el cocuyo para y es soledad y aurora...

viernes, 22 de abril de 2011

AMOR PIRATA

Cansado de esperar, el pirata quiso abandonar mi pueblo sin costas. Al intentarlo, descubrió un para de retoños en mitad de su pata de palo; había echado raíces.
Decidió quedarse y, entonces, pasó por delante de sus ojos un vestido azul turquesa que se movía con un sensual vaivén de mar en calma. Sus ojos marrones siguieron aquel contoneo y ella notó una mirada insistente de hombre a la altura de sus nalgas. Paseó el mismo camino unas cuantas veces y se detuvo luego para mirar con descaro al pirata.
La joven tenía los ojos del mismo azul del mar que él añoraba y el hombre la miró como quien otea el horizonte y al alma le llegó con aquella mirada. Decidieron amarse para siempre.
Mi abuelo pirata tuvo el privilegio de envejecer con la certeza de un amor que le ofreció raíces y horizontes.

Esta es la versión apretada de la historia que narra por qué mi pueblo, Meneses, tiene por patrona una Virgen marinera, por qué mi abuelo fue un pirata y por qué olvidamos el color de los ojos de mi abuela paterna que escribí para mis amigos de Légolas y su genial propuesta de echar a rodar los cuentos

jueves, 21 de abril de 2011

De boca a oreja (como Dios manda)

Lo cierto es que lo del boca en boca del castellano tiene, en francés, un sentido mucho más lógico para este asunto de la cuentería, la narración oral, la comunicación afectiva que intentamos algunos.
Reflexión que debí colgar hace un par de semana cuando bullía mi espíritu en Estrasburgo gracias a este maravilloso Festival, de aparente modestia; pero de una grandeza, privilegio de pocos.
Y es que "De bouche à oreille et de boca en boca" es un Festival de cuenteros y cuenteras que surge hace cuatro años con vocación de juntar palabras y palabreros y dar a Estrasburgo (que ya tiene los suyo) un rinconcito amable donde la cuentería tuviese caldo de cultivo para arropar y arropando crecer con el vigor conque ha crecido en este tiempo que, comparado con la historia de los Festivales de Oralidad, se antoja breve.
Responsables hay muchos, pero en la raíz misma de este árbol están José Manuel Garzón, hombre, actor y cuentero, generoso y cabal, como pocos (es mi amigo, lo admito) y Ligia Vasquez, mujer de rompe y rasga como casi todas las de su tierra (Colombia); transparente y de una pieza que aglutina no sé si como dinamizadora o como madre a mucha gente diversa con ganas de hacer y compartir haciendo (cosa extraña en estos tiempos que, no se si corren para pasar más a prisa de la pasividad y la inopia)...me enrollo.
A lo que iba; Garzón y Ligia son auntéticos y cómo saben lo que quieren se han unido a personas que alegran, cuidan, cocinan, cantan, miman, abrazan, respetan, escuchan, aconsejan, protegen, amparan y que hacen que en una semana la vida de cuenteros sea mucho más mágica que cualquiera de las historias que el público magnifica y reinventa mirando cada gesto, pero viendo por la oreja, como manda la tradición.
Contar en la Maison de l'Amerique Latine de Estrasburgo es privilegio, es lujo. Allí se tejen y destejen a un tiempo tantos imaginarios como mundos desata la palabra viva, como ansiedad se despierta en las orejas expertas con el castellano y en las que recién se suman a la música maravillosa de nuestra luenga (ejercicio al que nos sumamos los castellano parlantes en las sesiones en francés)
La "salita" tiene el tamaño justo, la capacidad suficiente para que no se pierda nada cuando estás contando o cuando escuchas (ahora estoy aprendiendo a escuchar con la piel)
Tres sesiones diarias, el público va y viene y se queda y regresa, participa en un acto sublime de generosidad y respeto, por eso el título de esta "divagaciones" afectivas. Insisto: el cuento sólo vive por la oreja que lo escucha.
Si alguna vez os llaman para ir a contar a Estrasburgo, a la casa de América, no pregunte ni ponga condiciones; es un aprendizaje.
Si alguna noche coincide y pasea por el número 7, Rue de la Course y ve un cartel que anuncia cuentos, pregunte y pase, anímese y súmese a este entramado de afectos para que el sólo se necesitan orejas porque la palabra esta servida con una buena dosis de autenticididad, profesionalidad y respeto.

hay días en que Carolina Rueda debe estar a mano

Sin ir más lejos, hoy la he buscado para que ilumine la víspera de este Jueves Santo que se me antoja gris y no aparece.
Le he dejado un mensaje con voz rota, por si cuela y me llama en un rato y si no es suficiente cuelgo estas rimas apuradas que le dediqué hace un año cuando Bogotá, gracias a ella, regalaba certezas a mi oficio.

En la voz de Carolina
hay futuros y pasados,
hay pájaros desatados
que, con magia cantarina,
pueblan, como serpentinas,
los caminos y las almas
y en torbellinos y calmas
las luces se hacen tangibles
los silencios perceptibles
y la tierra se sacude
porque a su consuelo acude
la voz de alas y raíces
que, con sonoros matices,
alienta la poesía
y canta la melodía
con que despiertan las nanas
y dormitan las campanas,
la montaña se hace cielo,
el mundo se hace un pañuelo
y lo imposible camino
y lo humano es lo divino
y lo divino la suerte
donde la vida y la muerte
bailan sin miedo al ovido.
Porque esta cuentera es nido,
esta cuentera es abrazo,
es leche materna, lazo,
arrullo, ventana, canto,
es consuelo para el llanto,
música de las canciones,
balcón de las emociones,
ala de los sinsentidos,
el sueño de los dormidos,
es la voz de los "sinnombre",
el nombre de los perdidos,
es corazón y latido;
esta cuentera de raza
que te mima, que te abraza
y al amor le da sentido.



RECOMENDACIONES:
Más allá del afecto, la admiración y el respeto y en virtud de estos, léase a modo de crítica y como definición de cuentera y de cuentero, por supuesto.

POEMAS DE ANTAÑO

Pasa que la canción se desgarra,
pasa que el miedo vuelve desde el llanto a la espera,
pasa que la estación es menos tierna sin payasos,
que el desamparo ruge,
que la tristeza canta:
"Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero..."

¿Qué esperar si perece el aliento desde el alma,
si surjo de tu nombre y te me quiebras,
si te evoco y no asaltas mi lujuria con tus trinos?

Voy a armarte en mis razones aunque faltes
aunque sufra
aunque duela...
Desamparo es de este sitio la consigna
y convoco el canto que me nutre
y asalto la ternura que me hiere

Pasa que la canción ya palidece,
pasa que la fin el miedo me devora,
pasa que un triste otoño languidece,
pasa que, inconsolable, mi alma llora.

septiembre de 1991