lunes, 21 de noviembre de 2011

"UN AVE QUE SE ELEVA Y CANTA Y CANTA"


Aquellos eran días grises, pero hermosos (la juventud es siempre hermosa)Lázara y yo jugábamos a crecer, a descubrirnos en aquella ciudad de inviernos largos. Lázara cantaba enamorando al mundo y yo quería ser poeta porque mi vocación fueron siempre las palabras, entonces apareció ella, porque Elena llegó o apareció, no lo recuerdo, "como una siempreviva de pétalos temblando que espera primaveras sentada en el alero"
Y nosotros que añorábamos una estación más dulce o luminosa, nos sentamos a su vera para aprender de ella a mirar el mundo de otro modo, quizás para asumir el mundo palpitante que llenaba nuestros veinte años.
Elena Tamargo y sus versos y su amor y sus tristezas y esa manía de "arrimarse" pidiendo cariño fraguaron lo que somos ahora mismo porque si fuimos todos más amigos, fue gracias a su casa de música y de lloros; si fuimos más libres fue porque mientras ella suspiraba por la nieve o algún otro fugaz pretexto, Osvaldo Navarro, nos hablaba de versos o de la Historia de Cuba y nos hacía escuchar a Paco Ibañez o Lázara Peñones nos daba lecciones de humildad y Lula nos daba de comer y nos reñía, con vocación de madre o de hermana mayor.¡Cuántos se han ido!
Elena nos abrió los ojos y sus puertas, nos juntó a los que ahora andamos perdidos por los caminos solitarios del mundo: a Yoel,a Juanita, a Canaán,Popa y a Lázara ya a mí que ya habíamos echado anclas en la hondura de los afectos.
Elena amiga,es otoño en este lugar del mundo y tú te vas sin esperar la nieve y nos dejas así, sin tus despistes, como jugando a nada, como enfermos de una tristeza, como aquella noche de fiebre moscovita en que Nacha Guevara no dejó de cantar y Lázara y yo nos fuimos sin entender otra cosa que tu tristeza honda.
Pero te perdonamos la partida, muchacha de Cabañas por que ya lo dijiste hace unos años cuando dejaste "Sobre un papel tus trenos"
Que limpien mi camino de absurdos y maldades,
no pensar demasiado, no pensar
y con tanto de dicha
jamás insinuaría que me pierdo o me marcho
porque todo se va,
todo suena y será después silencio
todo regresa un día
como un lejano perfume de canela.

Gracias, Elena, gracias y elige una flor para el recuerdo que yo robo unas siemprevivas para poner donde no está tu foto y me quedo muy triste, tarareando un verso tuyo con música de Lázara:

La luz que no se asoma yo la enciendo,
el ave cuyas alas nunca alcanzo
me da en los ojos y se eleva huyendo.


Nota: El título es un verso de Elena Tamargo, se su libro Sobre un papel mis trenos, de 1989

lunes, 7 de noviembre de 2011

OTOÑO, INSOMNIO Y LETANÍA

I
Es otoño esta tarde
Lo anuncian tonos grises en el cielo
y ese naranja incierto
que se lee en las hojas de los árboles
empecinadas en no dar carácter a la estación
en que se fuga o anida la esperanza

Es otoño esta tarde
Lo dice este silencio de domingo que acorrala mi calle
y la hace prisionera de un suspiro que llega de un lugar a penas cotidiano.

Es otoño
Hay olor a leños, a humo
Hay murmullo de cháchara en familia
para que no sea soledad la noche cuando caiga
y desdibuje los matices dorados
con que el sol adorna su melena de esperar los inviernos.

Es otoño
Las hojas se aburren
de convocar un viento que las lleve de viaje a ningún sitio.
La tarde tararea una canción desnuda
Es otoño
Y el nido no está listo
Ni las alas son fuertes para escapar antes que llegue el frío

Esta tarde de otoño es tan larga que recién amanece
y no tengo palabras,
ni leños
ni a nadie a quien decir
que el humo del vecino convoca mis fantasmas


II
Ayer fue el otoño en mi calle
y mi noche se quedó sin palabras
y mis palabras se quedaron sin sueño

Ayer fue otoño
y ahora que amanece
acuden las palabras de siempre
a  convocar la aurora de este día
que será luego tarde
y humo
y silencio
y evocación fugaz
y una canción aprisa
y que será fantasma
y que será otra tarde de otoño sin palabras
que cantará su letanía
hasta que el frío llegue
con los colores nuevos
y el canto lastimero de otras veces


SON LAS 6.30. CANTA SERRAT SU BALADA Y COMO UN REGALO, LLUEVE EN LA CIUDAD, EN MI PATIO

viernes, 28 de octubre de 2011

PARA QUÉ SIRVEN DESVELOS, LIBROS Y AMIGOS

Anoche estuve desvelado: la tos, el regreso, los miedos, las incertidumbres y las certezas se robaron la noche para permitirme leer un libro que, a mi regreso de Guayaquil, Ángela Arboleda,amiga y cuentera y viceversa, me regaló diciendo:
-Sé que llevas muchos libros, pero este debes llevarlo contigo- y añadió detalles de la mala suerte que ha corrido por el tema que trata y los miedos que supone, en ciertos sectores y a estas alturas de la vida, hablar de "ciertos" temas.
"Ito" es un libro del cubano Luis Cabrera Delgado, para más señas de Jarahueca, un pueblo vecino del mío que ha dado a la Literatura de mi país nombres relevantes.
Leí de una vez el libro porque es fácil, porque atrapa porque "Ito" se me hizo cercano y entonces recordé que un día de junio de este año, viajando a Estrasburgo nació este texto que supuso un detonante para escribir algunos más que, vaya casualidad, han nacido en su mayoría fuera de España.
Y entonces me tomo un rato para compartir uno de estos textos que puede que nunca sean un libro y con éste, agradecer a Ángela, a Luis Cabrera (a quien no conozco personalmente), a mis padres,a mi hermana, a mi familia, a mis amigos, incluso a los enemigos (que dicho sea de paso, no son muchos).
Agradecerle a todos los que han pasado por mi vida, a unos por permitirme el privilegio de vivir a plenitud la diferencia; a otros, por obligarme al compromiso moral de asumirla, defenderla y disfrutarla para dignificarla y dignificarme.

Yo tengo siete años, tengo novia pero ella no lo sabe. Me invento cosas para estar a su lado, sólo para estar cerca porque no quiero rozarla, quiero sentir su risa llenando mis oídos, sentir su olor, aunque no sepa decir a que huele.
Yo tengo siete años y, pensándolo bien, no sé porque tengo novia, si porque lo deseo, porque quiero o porque una niña muy dulce de la clase me despierta las ganas de hacer lo que quiero hacer; es decir: llorar si me duele, besar a todos, a todas, ponerme ropas de colores chillones sin que nadie me diga:
- Los hombres no se besan
- Los hombres no lloran
- Los hombres no se visten de ese color
- Los hombres no...
- Los hombres...
Pero si yo no soy un hombre todavía. Yo tengo siete años, una verdad que no puedo nombrar porque no sé su nombre y una niña muy dulce de la clase que digo que es mi novia aunque ella no lo sepa.

jueves, 20 de octubre de 2011

CON LA MALETA Y LA LÁGRIMA A PUNTO

Ya me voy. Es certeza. La maleta con la panza cerrada y yo con un temblorcillo en la mía (en mi panza), el mismo que en Meneses obligaba a mi madre a preparar un olla gigante de arroz con leche, remedio infalible para todos mis males. Pero no huele a leche hirviendo con cascaritas de limón y canela...huele a tristeza linda, a tristeza buena (la tristeza es linda a veces, sólo a veces)
- Digo tristeza y una nube aparece y el sol la empuja y juegan como inventando un decorado para el último día de esta primera vez en Buenos Aires-
Hay momentos en que creo tener cuatro palabras ( como cualquier bolero)porque se agolpan temblorosas y no salen, se mueren por salir, pero no salen; acaso por el temor a no nombrar lo que hace falta, lo que desvela o lo que funda, lo que, tejiendo, se ata a este nuevo lugar que es ya un rincón de mis recuerdos, de mi vida.
Ya me voy, pero me voy con una ausencia nueva y un montón de presencias amigas que ahora mismo sonríen, mientras flanquean este pasillo incierto que trazan mis pisadas.
Me voy, en la calle pregonan algo cotidiano y un amolador de tijeras trina el trino que canta en todos lados.
¿Será el mismo amolador de mi infancia?
¿Será el amolador de Aquiles Nazoa?
No tengo nada que afilar, salvo mi juicio y dejo de escribir por si alguien sale a afilar sus cuchillos y puedo ser niño otra vez y convencerme de que con una rueda y una piedra esmerilada se hacen las estrellas que luego adornarán la noche, pero nadie quiere regalarme el lujo de volver a una calle de mi infancia y tengo que cerrar los ojos, pero veo otras estrellas, otras señales y el amolador se aleja y otra vez el silencio y el corre que te pillo de las nubes y el sol porque tengo una tristeza dulce, linda porque aunque es triste es dulce despedir amigos con abrazos, porque aunque es triste es lindo "esta lluvia que empieza en mis ojos" y me recuerda una canción sobre un lugar en el que nunca estuve y un poema precioso de Gabriela Mistral...
Me voy.
¡Alleguense a mirar como he perdido, entera, en este lagrimón, mi fiesta verdadera!

miércoles, 19 de octubre de 2011

UNO

"Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias"
No fueron las ansias, ni los sueños. No fue la lucha, ni el desamor, ni el miedo.En principio me trajo el encuentro con un amigo, pero a estas alturas creo que a Buenos Aires, también me trajo algún poema de Gelman o de Borges, un tango de Gardel o una milonga, una película de aquellas que,en blanco y negro, llenaban mis tardes de verano en Meneses y que terminaban en el preciso instante en mi padre llegaba en su camión para llevarnos al río.
Sea lo que haya sido, lo cierto es que "me trajo bien traído" porque llegué como quien viene a convocar la nada, a perderse en la prisa de una ciudad ajena, para en la prisa tropezar quién sabe con qué puerta o con qué muro, pero chocar con algo diferente y demostrarme, fuera de cualquier circunstancia previsible, si es verdad lo que he sido, lo que soy o si es un espejismo este hombre de pueblo que no deja de alentar el sueño y creer en la memoria y en los afectos.
Se rompió la maleta en la llegada y pocos días más tarde el destino asestaba un golpe bajo a mis afectos, entonces creí en los presagios y comenzó el miedo a desovar en mis esencias.
No hay que creer más que en uno mismo y en las luces que la esencia convoca porque creí que nada era esperanza y todo mi temor era mentira; Buenos Aires se abrió a mis soledades; se desnudó la ciudad para ofrecerse entera y aquí me tienen "tarareando un sueño" para dar gracias a todos mis amigos nuevos, a las puertas, los abrazos, los silencios, la orejas, las luces y las sombras, las miradas, la indiferencia de algunos, la deferencia impagable de otros.
He llorado, he contado, he caminado y canté y reí y cociné, tomé café y vino y mate y autobuses (porque aquí coger es sólo eso)y mis dedos acariciaron, con hambre, cientos de libros viejos en Corrientes, donde ya no está el portal de aquel tango y hasta hice el amor sin encontrar amantes (que cada quien piense lo que quiera) pero viví, como vivió el monigote de Laura Devetach y me voy para volver, porque seguro vuelvo porque ahora los caminos son promesas y porque lo prometido es deuda y porque nunca se sabe donde se cuelga el nido, ni cual es el verdadero lugar de la esperanza.

sábado, 1 de octubre de 2011

CHARLA VIRTUAL CON TEODORO RUBIO


Cuelgo este pedacito de un correo que acabo de enviar al amigo Teo,Teodoro Rubio, casi ni lo reviso, pero me ha parecido bien irme por otros caminos esta mañana de sábado, porque su pregunta y mis palabras me han permitido fugarme "Mar Adentro", como si otra vez Candás nos abriera sus brazos.

El autor, para el lector, es un amigo incondicional que está siempre dispuesto a una charla silenciosa, es un ser que arroja luz y que arma verdades para las cuales, muchas veces, no tenemos palabras o para las que nos faltan experiencias vitales. El escritor horada en los afectos, en los miedos, en las dudas, nos seduce o nos deja esperando una cita, como si fuera una presencia, algo que ha estado desde siempre porque en el ritmo de su escritura están todos los ritmos que se han metido en nosotros para armar ese imaginario, donde la subjetividad tiene el protagonismo, en tanto nos permite ponernos en el lugar de los hechos y vivenciarlos como auténticos testigos presenciales.
Por otra parte los clásicos tienen la bendición del tiempo, la suerte de contar algo que de algún modo esclarece o se integra en la memoria colectiva como definitorio, imperecedero. Lo clásico tiene el don de lo original y la originalidad, es la búsqueda constante del humano para ser ese sujeto único e irrepetible que somos.
El clásico desvela recursos y modos y maneras, enseña (Y LA COMUNICACIÓN HUMANA ES ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE) y es, esencialmente, ese "querer poder", el intentar vivirlo todo en primera persona, sobre todo aquellos autores o libros que se leen como recorriendo a la luz de un candil la casa ya conocida de los abuelos o la de esos parientes misteriosos que, por miedo, por cariño o sólo por si acaso, nos despiertan las ganas de buscar, de saber, de ir más allá de lo que objetivamente vemos, de lo que realmente somos y con quienes tejemos lazos de afectos y de dudas.
El juego libera y cuando se lee por la pasión de leer, la lectura se hace juego, se hace fácil y nos permite la confianza de dejar a medias un texto para volver a él con ansiedad y que nos reciba con los brazos abiertos y sin reproches, en un indescriptible ejercicio de lealtad. El libro es puerta y, en intangible, pero verdadera comunión con el autor la abrimos y cerramos, el libro es camino que vamos desbrozando con la certeza de que a buen sitio lleva y esa confianza nos la permite al autor que previamente diseñó el camino y que, a propósito puso trampas, recovecos para que sintamos el placer de vivirlo con la autenticidad que se vive la propia vida.

viernes, 30 de septiembre de 2011

ALGO SOBRE MI, ESCRITO POR JESÚS LOZADA

Las mieles secretas. Aldo Méndez. Cuba o sería mejor decir Meneses, Sancti Spíritus.




Al narrador lo conocemos hace años, mucho antes de que se fuera a vivir y a trabajar a España, en medio de la meseta de Castilla ―La Mancha, de cuyo nombre me acuerdo, bien que lo hago. Una comida al borde del camino, judías con perdices, o unas tapas en Chinchilla, la de la triste cárcel ya difunta. Lo conozco, claro está que al artista, mucho antes de que adquiriera ese acento entreverado en el que el decir cubano se viste de ces, ses y zetas y las cosas adquieren nombres peninsulares. Ya era entonces un gran narrador, hábil en el arte de mover los cuerpos y de hacer danzar a los rígidos adultos cual niños; diestro en su palabra poética, con una gran dosis de humor y desparpajo, de ingenio. Ya lo era, antes de la castañuela y los toros.

Contó la historia de su pueblo, de su familia, la de sus orígenes. Y ya se sabe que esto es difícil. Podría haber apelado al choteo o la solemnidad, al melodrama o al culebrón lacrimoso, o incluso hasta a la pública o velada sátira política, tan de moda cuando se trata de asuntos insulares y tan efectiva en ciertos sectores europeos. Los cubanos podemos ir del folletín al panfleto, como del “azafrán al lirio”. Con nosotros pocas veces se sabe. Pero otra fue la opción. El narrador se sujetó a las mañas del realismo mágico, más garciamarquiano que carpenteriano, difícil de sostener en un discurso oral, sazonado con cierta dosis de humor negro, de ingenio, de ingrediente cáustico y absurdo, que le permitieron borrar a tiempo las costuras y las deudas, y presentarse desde la verdad, su verdad de hoy, que está entre el viento seco de Castilla y el huracán antillano. Eso explica por qué no molestó su acento castellano en una historia cubana, por qué la hibrides y el pastiche fueron recibidos como una generosa muestra de autencidad y fidelidad a la vida que es hoy.

Fue un espectáculo posmoderno, quizá sin proponérselo. Efectivo en sus recursos, mesurado incluso hasta en el desgarrador final. Sencillamente alto y luminoso, verdadero.





TOMADO DE LA JIRIBILLA REVISTA CULTURAL CUBANA Nº 412

jueves, 29 de septiembre de 2011

CANTO Y EVOCACIÓN DE LA ESPERANZA

Hace sólo unas semana las palabras eran alfileres y yo un insecto ciego volando en busca de una luz que me abrasaba, me quemaba lentamente y no había más señales que un abismo. Hoy el abismo es sólo la distancia yo recobro las alas y mi luz es pequeñita pero propia y auténtica, como este resquemor que paladeo, a veces, con esta esencia sufridora que nos han inculcado.
Hoy Buenos Aires amaneció nublado (la primavera es una niña caprichosa) pero yo tengo un aleteo interno, un reventar que me emociona y me impulsa, me lanza a construir el rito con el que se inauguran los caminos soñados.
La pasada semana fue herida y esta semana, en cambio, es sutura y el dolor permanece pero late despacio una ilusión y se abren puertecillas, ventanucos y algún trillo con malezas que habrá que podar o chapear (como se dice en Meneses).
Lo curioso de este asunto es que tengo ganas y NO ME SIENTO SOLO, NI ABANDONADO, NI HUÉRFANO DE AFECTOS, nunca creí que el desamparo en tierra ajena tuviese tanto hombro para apoyarse, tanto abrazo para refugiarse, tanta luz para que camino no sea túnel, ni laberinto, ni abismo.
Nada, que hoy amaneció gris pero yo tengo una lucecita anunciadora y un montón de auténticos candiles que engalanan este camino nuevo que empezaré con la ilusión de todos mis caminos porque las auténticas presencias de mi vida, casi siempre han estado en el recuerdo, en la distancia, en la memoria...

martes, 20 de septiembre de 2011

TONADA TRISTE DE UNA NOCHE LARGA

Mi padre se ha dormido para siempre, nadie canta más que esta tristeza honda y sin palabras.
Es una noche ajena que pudo ser perfecta y ahora es nada porque se ha vuelto abismo por culpa de esta tristeza que lacera mis alas, mis ganas de escaparme a algún lugar donde la luz sea nueva.
Mi padre puso en mi boca mi primera palabra y hoy las arranca todas y me deja sentado en la espera eterna de su abrazo.
"Caballito enano llévame a pasear"- canta la noche larga una tonada triste y nadie me dibuja el rostro como cuando mi padre me dormía en la infancia.
"Quiero ver el campo, quiero ver el mar"- y yo sólo percibo un horizonte de orfandad y frío.
"A la verde sombra de una palma real" se sentarán mi infancia de buscarte y mi adolescencia de exigirte aunque alguien dijera alguna vez que todo estaba claro en mí ¿Y acaso algo es más claro ahora que esta avalancha de agujas que ni zurcen, ni tejen, que desagarran y hurgan en la raíz más honda de mis afectos?
"Caballito enano quiero descansar"-canta ahora mi padre, como antaño y yo agradezco su silencio y le pido perdón por mis desafueros, por mis fugas.
Se ha dormido mi padre para siempre y yo no estoy para arroparle ahora que no volverá a clavar sus ojos tristes en los míos, ni me pedirá que la ayude a moverse en su cama de hierro para intentar sanarme de todos los abrazos.
Yo cantaré esta noche porque no hay ron para beber contigo,es decir por ti, y esperaré a mañana cuando te pierdas para siempre por el potrero de los Cuba, a reencontrarte un día de verano llegando en tu camión para llevarme al río o a cazar torcazas en Bamburanao, para intentar decirme lo que nunca dijiste, lo que he callado siempre.
Esperaré que llegues en un caballito enano porque tengo la certeza de vendrás cantando la canción de siempre o me contarás "El cuento de la buena pipa" para sacar de mí lo más tuyo que tengo: el carácter.

sábado, 10 de septiembre de 2011

UN CERRO QUE ES RÍO DE CUENTOS


En este asunto de la cuentería muchas veces puede la pretensión, el afán por aparentar algo más de lo que realmente estructura y define la esencia de este fenómeno que se sostiene y se sostendrá pese a todo porque de alguna manera tiene sus raíces ancladas en lo más genuino y definitorio de lo humano.
Desde que entré al mundo de los cuentos, desde que vivo de la palabra (como sentenció Tatiana Mijailovna, mi profesora de ruso) he visto algunas cosas: pequeñas, grandiosas, grandilocuentes, desvaríos, aciertos, pero esta vez asisto a un evento de honda raíz y de marcada esencia: “Un cerro de cuentos”, en Guayaquil
Podría fabular de sus orígenes porque es evidente que nació con las cosas muy claras, con una marcada vocación de poner en su sitio a la palabra y a la gente que la vivifica porque sólo en el paseo inaugural se percibe el aliento de lo auténtico, la profunda pertenencia a un proceso que, por pertinente, crece.
Cantos, cuentos, amorfinos (una manera linda de nombrar a las cuartetas populares que tienen por estos, lares) y gente, un río de gente de todas las edades que sigue la ruta del viento o lo que es lo mismo, la ruta de las palabras. Todo se abre, en el Cerro Santa Ana de Guayaquil, a la verdad que ofrecen los cuentos: ventanas, balcones, plazas y con estos la gente y sus orejas, los humanos y sus almas.
Me conmueve sólo pensar que este tipo de acciones culturales genuinas son un canto a la libertad, al privilegio humano de recrear lo cotidiano con las herramientas de siempre y con la imaginación, por supuesto.
El Cerro de Cuentos en un evento relativamente nuevo pero ya tiene bien definida su estrategia y esos conceptos que son visión y misión porque se percibe en todo: en la afluencia de público y en la lealtad de los asiduos, en el alcance sociocultural y artístico, en la evidente intención de rescatar y poner en valor tradiciones vinculadas con el patrimonio intangible, el empeño en hacer cantera para que los cuentos sigan floreciendo o yendo y viniendo como el río Guayas que en su vaivén arrulla la ciudad que acoge este Festival de todos.
Claro que debí colgar estas palabras hace ya un par de semanas pero sigo perdido en mis fugas y mis desvaríos y se me escapan a rato las palabras precisas para hablar de mi oficio y sus caminos.
Gracias, a Un Cerro de Cuentos por contar conmigo y a Ángela, Manuel, Andrea y a la familia Imaginario por ese lindo modo de acoger y de fundar. Gracias porque todo se va, pero "el almita queda" vibrando y con ganas de volver a este Cerro que es un caudaloso río de palabras y afectos.

Del sol y la melancolía...


El sábado se pinta luminoso y yo estoy con un nubarrón que sube y baja de la cabeza al sitio donde se planta el soroche (que es como el suspiro de un amor no correspondido que se trepa encima del estómago) a convocar suspiros.
El nubarrón me lanza un pregunta; ¿Por que te cuesta tan poco adaptarte a los sitios, a la gente, a la vida nueva?
Tendrá razón mi amiga Mercedes cuando me dice cubano "descatatao" y yo le devuelvo una sonrisa aprobatoria?
La respuesta la tiene esta canción "Sur o no sur"
Cualquier lugar es bueno si un día con sol te asalta la melancolía y hay una mano amiga que te pone la banda sonora, esa canciòn que cuenta lo que sufres o disfrutas porque a estas alturas no se si es dolor o privilegio esta sensación radiante del abismo.

Me faltan acentos de todo tipo y me provoca medir cada palabra.

martes, 23 de agosto de 2011

Sueños, fugas y divagaciones

¿Viajar o estar siempre con las ganas de encontrar horizontes? Ese es quizás mi dilema hasta que el avión despega y el mudo se va haciendo pequeño y todo es horizonte como en los días lejanos de mi niñez campesina sin brújula y sin carta de viaje porque el único punto permitido del mundo era Meneses y sus calles pequeñas, sus rincones, su gente y aquella manía vieja de soñar escapadas y reencuentros cada verano en que venían mis primos y mis primas con noticias de otros lugares del mundo (Mi universo era sólo Cuba, salir de allí era sólo posible echándole imaginación mientras mirábamos el mapamundi del aula o la bola del mundo o reinventándose la vida gracias a las peripecias de los personajes que se apretaban en la biblioteca de mi escuela, excelente, por cierto)
Pero definitivamente soñar es bueno y mejor aún si se tiene la esperanza de que un día se abrirán las ventanas y las puertas y caerán los muros donde se empoza la niñez sin otros alicientes que la fantasía y el juego.
Todo lo que deseé por futuro tuvo implícito o manifiesto la fuga, el abismo, la ruptura, la conquista, la huida pero todo ello llevaba siempre las ganas de volver, no sé si a envejecer o a recoger un beso, no sé si a acomodar el recuerdo a llenarme de los olores que cada mediodía de mi barrio despertaron mi vocación de cocinillas y mi esencia de amante de la gastronomía (también el gordo que soy)
Mi primera escapada real fue a los doce años, hace treinta y tres, entonces dejé atrás las Secundaria en la esquina de casa, a los amigos de la infancia, los únicos que había tenido y me fui sin saber que era duro partir y empezar de cero a agradar y aceptar, a construir un yo que, por su naturaleza, se hacía más complicado que otros “yoes”.
Ahí empezaron los miedos que ahora son certeza, las preguntas que ya no lo son más porque las respondí a fuerza de perder la inocencia y empezaron a nacer interrogantes que no tendrán respuesta y otras que juego a no responder por miedo a parecer que vengo de vuelta de todo.
Ahora, otra vez, tengo ganas de fugas no sé si el amor roto o herido, no sé si porque he descubierto que no eran raíces sino alas mis lazos con el presente que desde hace casi doce años construyo, pero tengo ganas de empezar de cero, de estrenar la vida en un lugar sin nombre con olores por definir y sabores por asimilar, con gentes por descubrir y sobre todo compartir la vida con personas que tengan esta necesidad de fundar y construir vínculos con este tiempo aprisa que lacera esperanzas.
¿Será que vuelvo a adolecer? ¿Será que la adolescencia tiene la suerte de la espiral que no se desprende del punto de partida y siempre vuelve sin llegar a ser la misma?
No sé, pero lo cuelgo por si acaso alguien tiene una respuesta o una pregunta mejor planteada que, a veces suele ser mejor camino.

domingo, 7 de agosto de 2011

Cuando se mira cara a cara la vejez (Viejas cajas)


¿Cuántas veces pasamos de largo censurando el suspiro?¿Cuántas veces al día nos creemos invulnerables al paso arrollador del tiempo? ¿Qué es lo triste de envejecer y qué es lo amable?
Conocí a Juliana Notari en Estrasburgo, en su casa, he compartido con ella el tiempo suficiente para saberla más que intuirla y he acariciado la desnudez de María, una viejecita que se muestra tal cual vino al mundo o mejor dicho, tal cual la han cambiado los años, para echarnos en cara los falsos pudores; también hemos bailado y cantado y hasta hemos soñado juntos, Juliana y yo porque aunque María te atraviesa con sus ojos tan desnudos como su cuerpo, es una marioneta CREADA por Juliana y escribo creada con mayúsculas por que ella construyó su cuerpo y amuebló el alma y la vida y la habitación de la vieja y es quien da vida a este ser que desarma, a la vez que seduce ¿Es que desarma porque seduce o viceversa?
Esta vez, Juliana y yo, nos hemos encontrado en Agüimes, en el Festival del Sur y gracias a este encuentro he podido tomarme un té con Lucía, una viuda que se mueve con una sensualidad que conmueve y entrar, también, a la vida de Antonino, un clown que te mira suplicante a los ojos porque ha perdido algo tan importante como la memoria y que te deja con el alma rota porque, atado de pies y manos por los prejuicios o el miedo o por las dudas no puedes asistirle y entrar a consolar su soledad o a intentar apuntalar su recuerdo perdido.
La obra de Juliana es poesía, delicada en la forma y de un sabor indefinible en el contenido porque dependerá del ánimo y de la experiencia del que se “entrometa” en la vida de cualquiera de sus personajes; pueden ser ácidos o amargos, dulces, melancólicos, tiernos, suaves, duros, incluso sensuales pero no dejan indiferentes porque es un juego inevitable con la afectividad y con la memoria, con la sensibilidad y con el recuerdo de quien asiste a un acto íntimo de magia en el que “pequeñas cosas” hacen valiosas las cosas pequeñas pero imprescindibles que regala la vida y que la prisa y el pudor, el egoísmo y las convenciones maltratan o ignoran.
Me quedé con ganas de sentarme luego con los asistentes a la puesta de sólo tres minutos y con un espectador para cada ocasión y proponerles un juego de palabras y recuerdos, de sensaciones y poesía, de charla amiga o de abrazos para organizarme el desorden que, magistralmente, Juliana y sus viejos te colocan en los principios y en la vida, en las esperanzas y en los miedos. No pudo ser, pero será, lo digo convencido porque sé que el destino es generoso y habrá otras ocasiones de husmear en la vida de los seres a los que da vida Juliana Notari y aprender de la mirada limpia de las marionetas y de los limpios y precisos movimientos de la “titiritera” que los anima y nos anima a asumir en un instante que cualquier momento es bueno para devolverle al mundo la ternura y confiar, de nuevo, en los afectos.

P.D. No la busque por su nombre de pila, busque Dúo Anfibios y permítase ser parte de este juego en el que su sensibilidad puede ser protagonista absoluta.

Desvaríos estivales

He creído siempre que la confianza es mucho más poderosa que la desconfianza; que la confianza ilumina, funda, libera; mientras que su contrario deteriora el alma, enferma y hace que crezcan el resentimiento y la duda que, en cuestiones de afectos, son buenos para nada.
Pensar en la confianza me ha llevado a un pariente cercano de esta, o al menos eso creo: el querer ¿Se confía porque se quiere?¿Se quiere porque se confía?¿Se puede querer gratuitamente, porque sí, por el simple hecho de querer? O la pregunta que debo hacerme es: ¿Por qué se quiere?
Y lo hago convencido de que ese sentimiento no tiene un por qué, es deslumbramiento y llama, es instinto y tiene la virtud del lago, a veces limpio y otras turbio pero siempre agua renovándose a pesar de su apariencia, agua habitada en la que se refleja el azul a pesar de la oscuridad fangosa de su fondo, de la agitada vida que le puebla y le define.
Hasta hace unos instantes creí que me habían enseñado a confiar, pero no, me enseñaron lo contrario a la vez que me enseñaban la generosidad y el amor ¿cómo es posible?
Tengo un batiburrillo en la cabeza, un “chapichalapi” (como dice mi prima Kenia), un lío y a la vez un dolorcillo impronunciable en el alma porque descubro por enésima vez que hay que desconfiar aunque te vuelva arisco, huraño, paranoico; que hay orejas que sólo escuchan tus dolores para sacarlos luego en tu contra o a favor de alguien a quien creen tu contrario aunque no lo sea (o quizás sí) y te dejan como he quedado este sábado en que el sol, quiere abrasar a La Mancha y a los que en ella pululamos, con o sin raíces.
Pero no dudo, me duelo y quiero y seguiré queriendo y confiando aunque siga doliéndome el momento de asumir que no todos escuchamos, ni queremos de la misma manera porque no sé si estaban en el paquete de saberes que me dieron mis mayores en los que tengo la certeza de haber encontrado la generosidad y el amor, pero como soy mayor y estoy tan sólo decido que en este corazón envuelto en grasa jamás tendrá cabida la desconfianza hasta que este vivir demuestre lo contrario

domingo, 31 de julio de 2011

SOBRE MIS VERSOS PARA LEER CON PARAGUAS


VERSOS PARA LEER CON PARAGUAS
ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA
Autor: Aldo J. Méndez.
Ilustraciones: Mariela de la Puebla.
Editorial: Mil y un cuentos. AL leer el título podríamos pensar que tenemos ante nosotros un libro de poemas que nos van a hacer llorar. A veces los libros de poemas resultan tristes, porque el poeta o los temas lo son. Sin embargo, 'Versos para leer con paraguas' no es un libro triste, aunque sí melancólico. Porque observar la lenta y continua caída del agua de lluvia produce esa sensación que bien conocen los gallegos, y que los lleva a una envidiable situación de relax.
Estos versos del cubano Aldo J. Méndez contienen mucha agua, y ninguna lágrima. A veces, incluso, incorporan o conducen a alguna sonrisa. Con ellos el poeta recuerda el interior de la isla de Cuba, zona tropical donde llueve con mucha frecuencia, y donde el agua, en esos momentos, se adueña de todo: entra en las casas y en las almas de quienes visita.
Para el poeta, el agua de la lluvia tiene múltiples olores, colores y sabores: a menta, a naranja, a limón, a fresa, y otros mil que cualquiera puede inventar o suponer al agua.
Cancionero popular
El poemario contiene algunas notas que recuerdan el cancionero popular, porque destila amor, y separación, y la pena que conlleva el mal de amores. Se convierte, así, en un libro para niños que cualquier adulto puede leer con satisfacción: -«Ay, que nadie me dice / «Niña, te quiero»- ¡Corre, ven a bañarte / en el aguacero!».
Y como los libros creados por la sabiduría poética del pueblo, incorpora metros breves, y a veces comete los pequeños pecadillos en que tropieza la métrica popular, como la sinafía, que observamos entre el tercer y el cuarto verso de la estrofa recién citada.
El libro es bellísimo en todos los sentidos, también en el tipográfico, y, en las delicadas y expresivas ilustraciones de Mariela de la Puebla.

domingo, 17 de julio de 2011

Un poema viejo para una nostalgia reciente


Meneses, perro amarillo
que atraviesa mi silencio,
talismanes que me agencio
para socorrer mi trillo,
sonata del verde y brillo
de la tarde cuando muere,
nostalgia que siempre hiere
como punzada en la vida
sutura para mi herida
mi alma tu silencio quiere.

Niño he sido en tus rincones
y mendigo en tus callejas,
cuando siento que me dejas
retumban las emociones
y mi abuelo, sin canciones,
se alza desde su caballo
y su voz, como de rayo,
su voz de polvo y de brisa,
rompe en dulzura la prisa
y me cuida las pasiones.

¿Dónde quedaron, juguetes?
¿Dónde abandoné a mi madre?
¿Qué dolor guarda mi padre?
¿Y mi hermana?¿Y sus aretes?
Campesinos sin guateques
recobran su esencia vieja;
mi vida como madeja
vuelve la pasado y regresa
y con ternura me besa
y sin consuelo me deja.

Es tu mordida la huella
que mancha mi poesía
y marca mi travesía
por laberintos de suerte,
eres alegría y muerte,
eres paz y eres querella,
eres un niño sin duende
que al regazo se te prende
y al desatar la alegría
sólo reclama una estrella

viernes, 15 de julio de 2011

MODESTIA, APÁRTATE!!!


Cuántas veces somos capaces de tirar a la basura el viejo prejuicio de la modestia y decir, como acuñó Freddy Artiles:-¡Modestia, apártate!
Ahora mismo vuelo hacia Gran Canarias, a Agüimes, al Festival del Sur y me he puesto a mirar las fotos del Festival de Barquisimeto, de donde acabo de llegar, y entonces me viene a la mente uno de los más maravillosos momentos de mi vida de cuentero, gracias a la maestría del fotógrafo que lo atrapó puedo reparar el instante en que no sabía si era cierto lo que estaba pasando y, de ser cierto, no sé hasta hoy que fue lo que movió la reacción de un público que me sacó del ritmo que intentaba dar a mi espectáculo y contar,tal vez gracias al oficio, como poseído para llegar al final como andando a tientas el camino de los cuentos que faltaban por decir.
Esta historia, aquella en que mi madre vuela y mi padre la salva de perderse, este cuento que reinventa mi pueblo y su memoria me ha dado no pocas satisfacciones y creo que, amen de su poesía y de su apelación a contar algo fácil de entender porque nos es común y se hace previsible, tiene su origen en la más auténtica raíz de mi historia personal y aunque no dice toda la verdad, cuenta la verdad que quise tener y la que tuve y pienso, es en ese punto donde se crea la comunión con los que van dibujando el texto que arman mis palabras.
Si alguien de los que estuvo me puede decir que sintió, qué paso, que cuerdas se pulsaron o cuales se rompieron para que más allá de mi conciencia el público me desarmara en un ejercicio mágico de sublime generosidad y afecto, que lo cuente, que me lo explique por qué siempre que miro mis ojos a punto de reventar en llanto y mi mirada buscando en no sé qué horizontes las respuestas soy feliz y me asusta no saber quien guiaba mis palabras esa noche, si era yo o era la sorpresa, si fue la historia o la hábil oreja de un público que sabe y como sabe pudo verse construyendo la verdad en que se nutre mi amor por esto oficio.

sábado, 9 de julio de 2011

Matías JUGLAR Tárraga


De Matías Tárraga sabía de oídas y lo poco y fugaz de aquella ocasión en que tuvo la delicadeza de invitarme a un café, a su paso por Ciudad Real; pero cuando le vi entrar en la panadería de Barquisimeto, recién llegado de España, a la hora del desayuno, algo me dijo:
-Abrázalo como un amigo viejo.
-Abrázalo como un amigo viejo- insistía mi voz interior.
Así lo hice porque mi instinto me exige confiar hasta que el destino demuestre lo contrario.
Luego le vi moverse, colarse en las conversaciones de otros y mostrarse desnudo, porque Matías carga muy poca añadidura para que no se distorsione ese murcianico brillante y gruñón, pero noble, como perro de hortelano (del que como y deja comer)
Cada mañana de Festival se levantaba feliz y como niño chico era más feliz aún por estarlo, lo pregonaba a sonrisa limpia y a abrazo desatado. Se hizo querer, se hace querer porque es hombre de una sola pieza, como esas talladas a mano por escultor con oficio en las que lo imperfecto es también obra del milagro.
El momento más intenso de este juglar con las “moderneces” justas fue su presentación en el Ambrosio Oropeza de Barquisimeto, allí me descubrió su inteligencia y su instinto, su sagacidad para respirar al público (numerosísimo en esta ocasión) sin perder la compostura, ni quebrar el hilo que hilvanaba su coherente intervención.
No niego que al principio me poseyó la duda ¿Clase magistral o espectáculo? Para mi sorpresa fue un espectáculo magistral y con clase, a pesar y en virtud de su modesta puesta en escena. Una lección de cómo gestionar recursos orales y escénicos y como, gracias al dominio del tema, puede alargarlo o acortarlo, abrillantarlo u opacarlo, manejarlo, definitivamente, a su antojo y al del público; a esto lo llamo ejercicio poético de comunicación afectiva (y efectiva en esta ocasión) o lo que es lo mismo: narración oral.
La idea es que sin salirse de la ruta diseñada previamente, Matías Tárraga nos hizo saber que labraba el camino de sus textos en función de la circunstancias, es decir, hace arte de la comunicación.
No tengo para Matías más que elogios: conmovió, enseñó, sedujo (difícil para la propuesta) y dejo ver la verdad de un hombre generoso que, borda el oficio ancestral de la juglaría con telas e hilos de estos tiempos, sin descuidar la hechura, ni el traje, ni a quien lo lleva o lo acaricia con ganas de llevárselo puesto, aunque le ajuste o lo quede grande.
Quizás faltan puertas y escenarios del otro lado del mundo (escribo en Caracas) para este juglar de esencia y apariencia, pero ya lo dice el refrán: Nadie es profeta en su tierra.
Y Matías es poeta y profeta y juglar jugador que en la jugada invita a un juego juglaresco, poético y profético que le define y que defiende
¿Acaso este soniquete intencionado es aliteración o sólo entendí de la clase la autenticidad del maestro?

domingo, 3 de julio de 2011

CUENTO DE UN POEMA DIFÍCIL


Toña Pineda es payasa y Sandra Lezama, bailarina; se han juntado en un espectáculo que cuenta algo sobre los sueños y la esperanza, o eso, al menos, es lo que yo sentí.
No es casual que me haya seducido, a pesar de que aún hay que hilar o deshilar para que todo fluya con la armonía de una pieza musical, con la luminosidad de un cuadro bien pintado, de esos que de tan bien atrapada la luz, se les escapa e inspira y hasta deslumbra, a veces, sin cegar.
La propuesta, aun inmadura, tiene la esencia clara, la intención se percibe aunque a veces se diluye. Pero hay una verdad que no deja indiferente y por eso mi verso se apuró para arroparlas con esta nana dulce que canta lo que sentí esa noche en que perdí mi miedo a los payasos y asumí que son también un trozo de poesía.

Una madrecita negra
tiene la luna
La oscuridad y la noche
tejen su cuna
y mientras va creciendo
y se hace redonda
el viento va tejiendo
nanas y rondas

La luna crece
la noche canta
el arrullo que gesta
las esperanzas

Duerme profundo
y juega con tu silencio
que el tiempo de llegar
lo anuncia el viento
con un silbido dulce
claro de luna
saltarás a los brazos
de mi fortuna

Crece la luna
canta la noche
la esperanza dormida
viaja en su coche

No te apures, yo espero,
una canción te guardo
y una caricia
de azucena y de nardo
de pan, de risa
y en mi regazo un nido
teje la brisa

La luna crece
la noche canta
el arrullo que gesta
las esperanzas