domingo, 7 de agosto de 2011

Cuando se mira cara a cara la vejez (Viejas cajas)


¿Cuántas veces pasamos de largo censurando el suspiro?¿Cuántas veces al día nos creemos invulnerables al paso arrollador del tiempo? ¿Qué es lo triste de envejecer y qué es lo amable?
Conocí a Juliana Notari en Estrasburgo, en su casa, he compartido con ella el tiempo suficiente para saberla más que intuirla y he acariciado la desnudez de María, una viejecita que se muestra tal cual vino al mundo o mejor dicho, tal cual la han cambiado los años, para echarnos en cara los falsos pudores; también hemos bailado y cantado y hasta hemos soñado juntos, Juliana y yo porque aunque María te atraviesa con sus ojos tan desnudos como su cuerpo, es una marioneta CREADA por Juliana y escribo creada con mayúsculas por que ella construyó su cuerpo y amuebló el alma y la vida y la habitación de la vieja y es quien da vida a este ser que desarma, a la vez que seduce ¿Es que desarma porque seduce o viceversa?
Esta vez, Juliana y yo, nos hemos encontrado en Agüimes, en el Festival del Sur y gracias a este encuentro he podido tomarme un té con Lucía, una viuda que se mueve con una sensualidad que conmueve y entrar, también, a la vida de Antonino, un clown que te mira suplicante a los ojos porque ha perdido algo tan importante como la memoria y que te deja con el alma rota porque, atado de pies y manos por los prejuicios o el miedo o por las dudas no puedes asistirle y entrar a consolar su soledad o a intentar apuntalar su recuerdo perdido.
La obra de Juliana es poesía, delicada en la forma y de un sabor indefinible en el contenido porque dependerá del ánimo y de la experiencia del que se “entrometa” en la vida de cualquiera de sus personajes; pueden ser ácidos o amargos, dulces, melancólicos, tiernos, suaves, duros, incluso sensuales pero no dejan indiferentes porque es un juego inevitable con la afectividad y con la memoria, con la sensibilidad y con el recuerdo de quien asiste a un acto íntimo de magia en el que “pequeñas cosas” hacen valiosas las cosas pequeñas pero imprescindibles que regala la vida y que la prisa y el pudor, el egoísmo y las convenciones maltratan o ignoran.
Me quedé con ganas de sentarme luego con los asistentes a la puesta de sólo tres minutos y con un espectador para cada ocasión y proponerles un juego de palabras y recuerdos, de sensaciones y poesía, de charla amiga o de abrazos para organizarme el desorden que, magistralmente, Juliana y sus viejos te colocan en los principios y en la vida, en las esperanzas y en los miedos. No pudo ser, pero será, lo digo convencido porque sé que el destino es generoso y habrá otras ocasiones de husmear en la vida de los seres a los que da vida Juliana Notari y aprender de la mirada limpia de las marionetas y de los limpios y precisos movimientos de la “titiritera” que los anima y nos anima a asumir en un instante que cualquier momento es bueno para devolverle al mundo la ternura y confiar, de nuevo, en los afectos.

P.D. No la busque por su nombre de pila, busque Dúo Anfibios y permítase ser parte de este juego en el que su sensibilidad puede ser protagonista absoluta.

No hay comentarios: