Sé que es un tramo, un trozo del camino, pero intentando equilibrar significados y contextos, me hago un lío y sucumbo al delirio de lo apocalíptico, ese delirio casi endémico del caribe que traduce en boleros y habaneras (al menos en mi tierra).
Hoy me marcho de México a Buenos Aires, en un viaje que el boleto dibuja interminable, y marcho como dejando a medias algo que regaló la existencia a esta suerte de paria que me va definiendo la vida de este último año.
Es cierto que "el sur también existe", pero yo tengo ganas de nidos y de abrazos, de casa, de consuelo, de café y de domingo con alma de domingo y eso me han dado México y su gente, la gente que rondó mi vida en este último mes de sueños, de aprender que lo imposible no es el sueño, lo complicado es elegir el camino, la compañía y el modo de hacerlo florecer o germinar (es tan grande el germen como la flor, o al menos eso creo)
He reasumido muchas cosas, incluso la soledad dichosa que me permite el vuelo, he visto la raíz y el ala, he aprendido a dejarme querer sin miedo a no entregar nada a cambio y eso es un modo de ejercer la generosidad.¿Alguien se atreve a decirme que esto no es un bolero al que le faltan violines y guitarras, un traguito de ron y una mirada que le dé sentido y verdad?
Ahí os lo dejo porque no sé, si un ciclo cierra o una etapa comienza, no sé si una racha me atraviesa y me consuela o si una dulce temporada de ilusiones y de ganas, me sostiene.
Sea lo que sea lo voy tomando a sorbos para que alivie la sed y no me embriague.