jueves, 24 de mayo de 2012

CALCETINES Y CUENTOS: OFICIO DE TEJEDORES


Oaxaca es un lugar de cuentos, y no precisamente por sus calles, ni por sus colores, no lo es, siquiera, por toda la apariencia mágica que envuelve a quien llega por primera vez jugando a deslumbrarse.
Es cuento porque su gente se presta al juego afectivo de la escucha que propone el cuentero, los cuenteros.
Cuentos grandes para calcetines pequeños, así se llama este Festival que es fiesta y es escuela. Este encuentro de cuenta cuantos que aplaca a la tierra y sus temblores para hacer sitio al temblor fecundo de las almas.
Oaxaca se hace una oreja gigante porque ya es, de antemano, corazón para dejar que fluya la palabra y tejerla con la habilidad de quien maneja desde antaño los telares o molerla, como muelen al maíz para sacar su esencia, al tiempo en que la voz que cuenta, la desgrana.
Y es lindo ver (porque sentir el cuento es verlo) como la palabra se dibuja semilla y como cada semilla toma su camino y se adentra en la tierra, se dispersa en el viento, se apodera de la gente y de sus almas y otras veces queda aferrada a la nada, porque hay palabras con vocación fuga.
Y la calenda va pintando de carnaval la calle y se arremolinan el propio y el extraño para saber que es la hora de la escucha, el momento del cuento, del verso, de la palabra viva.
Y la calenda abre las compuertas al río que fluirá fecundo para inundar la ciudad y preñarla de afectos, de risas, de suspiros, de asombros.
Una semana intensa que ya arrastra el cansancio del los organizadores que resisten, en pie, para cuidarnos, mientras que la ciudad y su gente se muestran enteros a la sorpresa del que acude por primera vez, como es mi caso, para embrujarte y arroparte, recibirte y abrazarte, en la misma medida en que te abrasa  el calor de la tierra.
Contar es un oficio que roza el privilegio, pero contar en Oaxaca; en este Festival joven pero de clarísima esencia y verdadera vocación para tejer caminos perdurables a las palabras y a los palabreros, es rizar el rizo porque no sólo descubres el acierto que supone haber elegido este camino, sino que refuerzas la idea de que esta profesión es patrimonio de la gente que anda a pie de calle y que te mira a los ojos y se desnuda el alma en su mirada; mientras te arropa y te mima porque percibe que el cuentero está solo, con sus ganas y sus miedos, pero con la necesidad imperiosa de que alguien, con hambre de afectos, le mire a los ojos y se deje llevar a ningún sitio o a cualquier parte, real o maravillosa, para fundar y tejer esos lazos que trenzan los amigos viejos.
Quizás no importe el tamaño de los calcetines, ni el de los cuentos, pero esta clara la honda y purísima vocación de quienes hacen posible este encuentro y de la gente que se presta a la dulce magia de hacer perdurar las palabras por mucho que se empeñe el viento en llevarlas consigo para cantarlas quien sabe en qué parajes solitarios.
Oaxaca es un lugar de cuentos porque su gente se presta a combatir con sus miradas y su escucha a la triste cantinela del olvido, mientras juega a caminar desde su imaginario las imágenes conque otros desvelamos las verdades que nos sostienen, nos definen, nos liberan y que, otras veces, nos atan, nos atrapan o nos lanzan convocar los sueños y a censurar las soledades.

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