El tiempo va
sin ruido a pesar del reloj que nos
apura y nos desvela. El tiempo pisa y pasa sin rostro pero dejando las ineludibles señales de su ser, sus marcas
y el recuerdo, esa sustancia invisible que nos habita y nos sostiene, armando
lo que somos, porque no somos más que eso: lo que fuimos y vamos remendando,
zurciendo para que al final el harapo cubra y nos arrope en el miedo de caer en
el olvido.
Y es que
cuando parecía que todo estaba en orden, la vida no era mía; aunque si era mi
vuelo, mi fuga y esa intención que nos inculcan de construir caminos propios
¿Pero hay camino propio sin los trillos de apariencia ajena que los atraviesan,
sin los caminos que se cruzan tejiendo
encrucijadas?
Estoy de
vuelta a la raíz, estoy reencontrándolo todo y encontrándome como cuando
parecía que escribiendo un poema se salvaba el mundo.
O es que, en
verdad, es ahora cuando escribo un poema en el que el recuerdo se desnuda y me
desarma, permitiéndome el lujo de elegir yo mismo las piezas, de despreciar y
apreciar, de tirar, de recomponer y armarme o dejar que el caprichoso destino
haga los suyo; poniendo la resistencia justa para no perderme demasiado porque
perderse a estas alturas es terminar "fantasmeando" en tus propios
rincones.
La tentación
de cambiarlo todo me agita y se proclama como las consignas que arroparon mi
infancia en las que el futuro pertenecía a algo muy concreto que ahora es nada.
Mi calle, mi
casa, mis ausencias, los amigos de aquellos veinte años en los que la vida era
gozo y miedo, disparate y compromiso, todo
al mismo tiempo; cuando las verdades que ahora se evidencian latían
porque el miedo atrapaba la voz y no podía nombrarlas.
Camino los
recuerdos sin diarios, sin fotos, reinventándolo todo porque "ese" volver a vivir es poner
las cosas en sus sitio y poner las cosas en su sitio es transplantar, tirar, podar,
sembrar, acomodar y acomodarse.
Y yo me
reacomodo las ausencias y las últimas vivencias en Santiago de Chile, en casa
de Juanita, me acomodo como bebé en regazo porque afuera hace frío y porque
estoy aquí como si hubiese estado antes porque canta, en mi mente, VioletaParra la canción de aquellos años en los que una canción bastaba para cambiarlo
todo.
Disfruto
viendo como los amigos de hoy habitan mi
casa de antaño, a los amigos nuevos haciéndome el nido en sus rincones, a los
viejos amigos compartiendo su nido de ahora y me dejo llevar porque aun hay
tiempo de elegir caminos aunque el tiempo sin voz, sin ruidos, sólo con su
pisada, intente hacer creer todo lo contrario.
Estoy mirando
al sur ¿Habré perdido el norte?
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