Hay palabras cuyos sonidos dibujan aromas y sabores en mis
recuerdos; palabras que armaron de significado las ausencias que tuvo mi niñez
de pueblo y que en voces adultas tenían el soniquete dulce de la melancolía.
Hay sabores que me llevan a mi calle, colores que desmienten
a la ausencia y al olvido. Hay palabras que fundaron presencias y que me llevan
a certezas que no fueron vivencias, a verdades que no fueron más que un trozo
latente en la memoria emotiva de mis mayores.
Siempre que una alcaparra se revienta en mi boca, es mi abuela quien nombra su sabor desde su propia
voz que acude repitiendo su frase preferida para celebrar un estofado, por
ejemplo: Está muy bueno-decía-pero con una alcaparrita… Y dejaba suspendido el
diminutivo en la ternura que arrulla el recuerdo.
Hoy me lavé las manos y sentí el olor de mi madre, era un
jabón que no estuvo en mi infancia pero que sonaba en su voz y llenaba la casa
con este aroma empalagoso con el que la recuerdo extraña e inevitablemente: Palmolive-
lo nombraba con la fonética castellana de sus nueve letras y el olor se fue
quedando en mi como algo propio, conocido, común aunque no estaba.
Son más que palabras las palabras. Son presencias, aromas, sabores, son memoria
y su canción se estrena cada vez que la vida nos propone nombrarlas, convocarlas,
despertarlas, vivirlas.
2 comentarios:
En efecto, las palabras son más que palabras muchas veces, pero otras...¡qué pobres se vuelven cuando lo que se desborda son los sentimientos!Un abrazo.
Las palabras, Aldo, andándonos...
Siempre converso en cartas, con Mayra, de ti. Te sigo.
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