Hay días como este en que no sé si es luz o sombra lo que me piden alma, vida y ventura pero es cuando más precisas se vuelven las palabras porque me siento más desnudo, más honesto, más yo.
Me gusta este oficio que me ha ido eligiendo y armando, que me ha hecho crecer, despegar e incluso mirar sin miedo ni pudores a la raíz de mi esencia pero me asusta a la par que me compromete, me aliena de los "grupis", las modas y las tendencias a la vez que hace más visible mi voz; entonces me dan ganas de callar para siempre y dedicarme a otro oficio nutritivo y humano, complejo y salvador, poético , seductor: la cocina, por ejemplo.
Hoy es uno de esos días en que prefiero el bullir de las ollas, el canturreo del agua, la presencia del fuego y mandar a la nada esta voz que a veces se me antoja moralista, redicha, pretenciosa aunque juro que lo que hago lo construyo a fuerza de poner más verdad a mis verdades y más luces a mis secretos, a mis sombras.
Y es en este momento catártico que la vida me reta y me dice que siga, que el azar, el destino, el hado y que sé yo fueron armando esta espiral de palabras, aplausos, caminos y silencios porque hay algo que descubrir o reinventar y me avergüenzo de mis pataletas de niño sin regazo, ni leche templada y me lleno de preguntas:
¿Por qué pretenden convertirnos en predicadores, profetas y sanadores de almas?
¿Por qué no nos exigen mirarnos más adentro para que sea más honda y verdadera la palabra?
¿No sería más fácil encontrar el modo de contarnos que canturrear fórmulas y esquemas que al final nos alienan?
Lo curioso es que ya algunos se han subido al carro del engaño y de las profecías, la sanación, la farándula y el ruido y se van por caminos sin nombre poniendo cepos a incrédulos, huérfanos y necesitados de una palabra amable, de un espacio de afecto, de un "había una vez" camino, de un "colorín" faro para consolarse las prisas de la vida, las ausencias.
Reclamo honestidad, autenticidad y generosidad, que resultan conceptos enormes pero pueden ser fáciles, llevaderos, sencillos (que no simples) porque son, a mi juicio, las claves de la dignidad y es la dignidad lo que puede salvar este tiempo, a este oficio y a sus oficiantes.
Y como todo esto viene de los talleres de los últimos días, ahí os dejo el poema-cuento que cerró y amalgamó los cuentos del Taller de Tutuma, en Oaxaca.
A la casa de ventanas enormes no se la llevó el olvido; se
la llevó el viento cálido del desierto y la trajo hecha de polvo, de arena y de ceniza a un apartado lugar de la memoria.
El hombre que sabe de silencios,
descuelga un acordeón al que enmudece el olvido que la pared le impone, desdobla los apuntes
de una canción que guarda y le canta a la niña de ojos luminosos y asombrados el
cuento de una casa que no mató el olvido, que se la llevó el viento para que
fuera siempre melodía.
Gracias a Sandra, Dalila, Carolina, Javier y Fernando por ese tiempo memorable de afectos y escuchas
2 comentarios:
HA SIDO UN PLACER COMPARTIR A TU LADO ESTÁS TARDES DE CALUROSAS HISTORIAS QUE EN PALABRA DE SUS NARRADORES SE HA HECHO VOZ, Y HA RETUMBADO LOS RECUERDOS QUE GUARDA LA MEMORIA, DE 5 HOMBRES Y MUJERES QUE NOS HEMOS DESNUDADO TAMBIÉN, DEJANDO BROTAR SOBRE COJINES TUTUMANTES AQUELLAS LAGRIMAS ESCONDIDAS QUE AHORA RIEGAN LAS ESPERANZAS DE LAS VOCES QUE YA NO HAN QUERIDO CALLAR MÁS.
PORQUE LA SABIDURÍA TAMBIÉN ES GENERSOSA, Y ES UN DISTINTIVO E TU PERSONA: ALDO MENDEZ
Gracias, Sandra, me encanta verte crecer sin perder la raíz y el sentido común. Un beso
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