Hubo un tiempo en el que anduve errante, fueron testigos los barrios y las calles de La Habana.
Un hombre o un muchacho, un guajirito de Meneses (YO) iba con cuatro cosas, mi máquina de escribir sin "Ñ", un amor y mil sueños; del Cerro al Barrio Obrero, de San Matías a Playa, del Vedado a la Víbora, con escala en Meneses cada verano, para saber que tenía una única casa, un sitio al que volver, siempre que hiciera falta.
Tenía tantos sueños y éramos tan libres para gritar al mundo amores y desamores recién estrenados e impuros (como son los buenos amores) que apenas nos paramos a pensar en el privilegio de vivir aquellos años a fuerza de canción y poesía, de deseos sin nombre, de alcohol barato y envenenado, de tirarnos las tardes acomodando al mundo a nuestra medida, a la medida de nuestras alas.
De aquello quedan versos, amigos desperdigados por el mundo y el consuelo de que "cualquier tiempo pasado fue mejor"
Y todo esto se agolpa en mi cabeza mientras escucho al Trío Cervantes, que interpreta a Lecuona y a Cervantes y meto en cajas lo que puedo meter de estos años de ahora, en que además de apegos, acumulé mil cosas para poblar mi casa e imprimirle carácter, o creerme, al menos, que este era el rincón definitivo.
Y a medida que las cajas se llenan y la música suena con aroma de nostalgia, sobrevuelan los apegos, las auténticas razones: el amor que se fue, los amigos que están, los recuerdos de un trocito de vida, construida a golpe de cuentos, afectos y palabras, de viajes, de ganas, de raíz arrancada y alas nuevas.
¡Cuántas dudas plantan su mala cara a las certezas!
El tiempo sedentario agoniza y la vida nómada se pone los zapatos de ser libre. Esperaran las cajas mi regreso y los amigos de verdad tendrán el café y la oreja a punto porque volveré como llegué antaño: casi desnudo, con ilusiones, miedos, certidumbres; porque un hombre de pueblo, un guajiro, necesita del horizonte para ser, para sentirse.
Y ya me lo advirtió mi amada Carolina Rueda porque alguien se lo advirtió a ella algún día: si se te acaba la ilusión de nada vale este oficio.
Pues eso, sencillamente, eso, que como la ilusión está algo herida, guardo las cosas que caben en las cajas y empaco los afectos,los apegos del alma para que estén conmigo y sostengan mis pasos, ahora que empiezo a conquistar caminos o,al menos, a intentarlo.
viernes, 9 de marzo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Espero que lleves algo mío en esas cajas. ¡Y un beso!
La cafetera se queda trste y la oreja espera sedienta tu vuelta. Cuidate.
Publicar un comentario