Hay días que se plantan con las manos en la cintura y gesto retador para decirte sin palabras que el tiempo se acaba, que hay que darle una patada a los silencios y al come-come que te desvela sin motivo aparente.
Nunca tuve que desarmar mi vida hasta esta vez porque siempre tuve un único lugar para el regreso, una única casa a la que volver y encontrar los olores de siempre, quizás por eso las sábanas me olían a infancia y a ternura, a jabón amarillo y a mi calle cuando, esta tarde, volviendo de la nada, las salvaba del frío conque la noche las "desangela", las deja huérfanas de afectos.
Y entonces tuve ganas de encontrarme y aquí estoy, palabreando a ciegas, como bordando sin luz, como desvariando; con la música del aceite chisporroteando en la cocina, como chisporroteaba la manteca los sábados aquellos en Meneses, cuando mi madre, después de doblar la ropa limpia, se empeñaba en que fueran distintas, por sus sabores, las tardes de sábado, pasara lo que pasara...
Nada, que la luna esta baja y se dibuja enorme en un cielo al que, desde este rincón, no tengo acceso y yo que soy lunático dejo a un lado las cajas que esperan para llenarse de cosas que acumulé estos años para cantar con mis palabras viejas al sabor y a olor del recuerdo en que sostengo estas alas que ahora mismo no sé a dónde me lleven...
jueves, 8 de marzo de 2012
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1 comentario:
Tod pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar...
Un abrazo enorme
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