martes, 31 de mayo de 2011

y yo sigo pensando... y cuando pienso, canto

Me disponía a salir y me vino a la mente esta canción de Pablo Milanés, buecándola, descubrí en subtítulo "Canción de cuna para una niña grande" y me han venido a la mente todas las nanas que me cantaron, las que canté y las más dulces que consolaron mi soledad y mis dudas y hasta mis desamores.
Para todos y todas los que me arroparon y me consolaron alguna vez con sus susurros dulces, estos apuntes para un poema que será canción de un disco de nanas y rondas, un sueño que amaso lentamente, como los buenos sueños se amasan:

Encajitos de espuma
Tejen las olas
Para arropar el sueño
A las caracolas
Y para acurrucarlas
En su regazo
La playa tibia
Abre sus brazos

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Azules olas
Mecen cantando
Un arrullo salado
Que va pintando
Maravillas de nácar
Que en sus destellos
Regalan a la playa
Suspiros, sueños

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Un abrazo salado
De sal y espuma
La blanda arena
Se vuelve cuna
Y se duermen soñando
Las caracolas
En el vaivén celeste
Que hacen las olas

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

192 años y un poema imprescindible

Un día como hoy de 1819 (me recuerdo redactando notas para Radio Enciclopedia, en La Habana) nació Walt Whitman y me viene un poema imprescindible de Federico García Lorca.

ODA A WALT WHITMAN

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.



Y ya, de paso y porque me gusta , uno de Norge Espinosa, poeta y dramaturgo cubano, por aquello de rizar el rizo y porque el azar me lo trajo hace unos días mientras hurgaba en la páginas de La Jiribilla y de donde lo he copiado tal cual.
(Fue un decubrimiento maravilloso hace muchos años, casi 20, recién llegado de Moscú con problemas ideológicos y en una librería de Santa Clara)

VESTIDO DE NOVIANorge Espinosa

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt
(Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste
(de novia
en la oscuridad del ropero.

Lorca


Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules.
Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar
(el aguacero
y la senda del barco hacia la luna.
Cómo va a poder
Cómo va a poder así vestido de novia
si vacío de senos está su corazón si no tiene
(las uñas pintadas
si tiene sólo un abanico de libélulas.
Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo
(el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le
(dejó solo.
Ay adónde va a ir así este muchacho
que se sienta a llorar entre las niñas que se
(confunde
adónde podrá ir así tan rubio y azul tan
(pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos
(descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad
(pertenece a la madre.
De quién a quién habrá robado ese gesto
(esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna
(vez fue de las sirenas.
Quién
le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará
(los senos conque sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel
(hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién quién le va a desvestir sobre qué
(hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle
(las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido
(de novia.

Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que
(alguna vez quiso llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas.
Con qué estrellas con qué astros podrá mañana
(adornarse los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay
(este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y
(no quiere salir no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la
(confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro
(parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos.
Con qué espejos con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un sólo silbido
(para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por los
(grillos
siempre del otro lado del puente siempre del
(otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado
no sabe el número tampoco él lo sabe.
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia
(el amanecer.

Con qué espejos
con qué ojos.

Estrasburgo me atrapa ¿Me atrapa o me seduce?



Hace una semana estaba como el inocente que asiste a la mañana de los Reyes Magos. Ante mí un billete, una ciudad que me enamora y el deseo de un reencuentro largamente acariciado (entiéndase por largo un mes, a veces exagero por oficio) con personas con las que comparto esas dimensiones humanas que son los sueños y la nostalgia.
Razones tenía suficientes para volver con la misma intención con la que vuelven las cigüeñas (no es tiempo para hacer elogio a las gaviotas) había espacio para anidar, para tejer y destejer ese complicado marasmo de afectos que el más modesto y auténtico de los festivales de cuentos que conozco, había inventado en una semana en que la palabra fue sólo pretexto, un humano y hermoso pretexto.
Volví con ganas de quedarme y hasta con la "macacrabra" idea de aburrirme o decepcionarme de la ciudad y de la gente de otros lares que la habita y la hace parienta de los lugares que dejaron del otro lado del mar; apenas abrí la puerta de casa corrí a buscar un billete para que no se me pasara la euforia, para que no languidecieran las ganas porque tenía ganas muchas ganas de constatar verdades fuera del laboratorio mágico y engatusador que resulta un Festival, sea de lo que sea.
Volví y he estado casi una semana amasando estas palabras, rumiando estos afectos que dedico a la Casa de América Latina en Estrasburgo y a su gente.
No quería regresar con las manos vacías y propuse a Ligia ( que ya es mía gracias a su balcón, a su sinceridad, su alma y al camarada Jameson que no defraudó y se mantuvo fiel a sus principios) contar y cocinar (dos de mis vicios confesables) y ella que tiene vocación de camino lo aceptó y me ofreció la cocina y el corazón para guisar a fuego lento un cubanísimo ajiaco y un afrocubano quimbombó (okra) con la receta de mi madre y con mis desvaríos de gordo tranculturizado y de paladar mestizo. Entre plato y plato, cuentos y al final, de postre, mi primer flan gigante de leche condensada, el mismo que se cocinaba antaño y que es ahora nostalgia en las cocinas de mi país sin leche condensada y con escasos huevos (de gallina, aclaro)
Lo disfruté y creo que los asistentes también gozaron mi disfrute y entonces constaté que el hombre tiene dos hambres en cualquier latitud y que si a esas ganas o necesidades se le suman las ganas de nutrir que heredé de mi madre y de mi abuelo, entonces la combinación (modestia, apártate) es más que fructífera.
Gracias a la Maison por cobijar mis sueños, gracias a los amigos por curar mis tristezas, gracias a Ligia por permitirme entrar en su casa y en su vida. Gracias, que es una palabra muy simple y que por ello nadie como ella dice lo que dice.
No sé si lo he dicho bien, pero lo he dicho de verdad, con sincero gozo y con la punzadita de envidia que me produjo dejar a Ligia y a Amalia Lú Posso Figueroa en perfecta comunión con una tarde tormentosa de martes y la fiel compañía del camarada Jameson.
Aquí estoy, siempre dispuesto a volver y es una amenaza...
¿Cómo lo hacemos?



PD. la foto es de Mariana Otero, una colombiana más dulce que la panela

lunes, 30 de mayo de 2011

DE LOS "RECUERDOS DE MI ÚNICA CASA"

LAS LLAVES DEL CIELO

¿De dónde sacaron aquel nombre tan raro de mi abuelo? Tan raro era que mi madre y sus hermanos no supieron llamarlo por su nombre. De ahí que nosotros heredáramos la costumbre de llamarlo “papá”. Así, sencillamente así. Pero el asunto no era tan sencillo, porque decir “papá” era callar el grito, espantar el miedo, asustar el regaño y si decías “papá”, antes o después de pedir permiso, cualquier punto del horizonte era buen camino.
Estoy seguro de que mi abuelo tenía las llaves del cielo y que algo de leyenda marcaba su vida. Porque eso de que él no dijera mentiras y que en mi pueblo se tejieran las historias que se tejían acerca de su barba, donde mis primos y yo solíamos tejer desde un columpio hasta una enredadera repletica de flores, era demasiado raro.
Y es que ese abuelo nos vino a todos como mandado a hacer: hablaba bajo, no se peleaba nunca, sabía de muchas cosas -sobre todo de consuelos- y, cuando regresaba en su caballo, por los ojos alucinados de la bestia sabíamos que venía de alguno de esos sitios que ni sabios, ni poetas, han logrado encontrar en sus inventos y en sus sueños.
En las alforjas de su montura había de todo: guayabas, ciruelas, lagartijas, pedacitos de caña, fotos de la familia, gatos recién nacidos y panes de gloria; eso por sólo mencionar algo. Miren si guardaba cosas en las alforjas que un día, según el más mentiroso de mis primos, papá llegó de Caibarién y traía en las bolsas de su montura un helado para cada uno. Ese día, cosa rara, nadie lo estaba esperando y papá se puso tan triste que mi primo tuvo que dejar su tarea de domar avispas y comerse uno a uno los helados para que el abuelo sonriera.
Le creí a medias, pues papá tenía un sentido de la justicia que una pomarrosa chiquitica alcanzaba para todos y eso que, además de nosotros que éramos diez, siempre había cuarenta o cincuenta muchachos rondando la casa. Para todos había; mientras más chico, más rendía. Porque entonces papá te miraba a los ojos de un modo que el frutal entero se metía entre la dulzura de su mirada y el pedazo de la fruta que apenas se veía en tu mano.
Confieso que fui el más preguntón de todos, por eso sé otras cosas que no digo; pero papá me confesaba sus caminos con sólo una caricia. Estaba seguro de que, muy a su pesar, yo nunca correría a caballo y conservaría intacta la memoria, o al menos más clara que la suya, a él, por momentos, la brisa del galope le enredó las ideas.
De mi abuelo se dicen muchas cosas, tantas que hay días en que un caballo relincha y pronuncia su nombre, una vieja suspira y es su nombre , un niño ríe y es su nombre y el llanto, y la certeza y el café…Todo es su nombre , su nombre raro y su apellido largo. Esas palabras que se me han vuelto viejas y que son la honradez y la decencia.
El recuerdo es demasiado frágil, la vida corre más aprisa que su caballo blanco… Papá está demorando mucho su regreso.

REGUEROS


Parece que la vida convulsiona, la vida total y el trozo que me toca.
¿Cuánto puede guardar una maleta?
¿De todo lo que guarda que es lo que verdaderamente ha valido la pena apretujar para que luego te mire compasivo y a la vez exigíendote razones para justificar el olvido?
Hoy deshago las rinconeras de mi casa y es como si escudriñara los guacales del alma.
Cada detalle, cada olor, cada prenda usada tiene una historia truncada por el paso de las estaciones y por mi paso atolondrado por el tiempo que me habita y despilfarro viviéndolo (linda manera de despilfarrar)
Hace días que me rondaban las ganas de decir y mira por donde, cambiar de sitio las cosas de casa te hace pensar en tanto camino trillado a fuerza de costumbres o de miedos, que al final son una misma cosa, en tanto se protegen, se defienden, se amparan.
Afuera el sol enciende rostros y ventanas, dentro de mí algo languidece en positivo, aunque parezca extraño. y me propone un vuelo a la raíz, un fuego nuevo, luminoso o caliente, pero llama que combustione y en su ardor renueve, funde.
Seguiré organizando los cajones puede que así se aclaren las ideas de este tiempo que demanda revoluciones a pesar de las prisas, el miedo y la sordera.

domingo, 8 de mayo de 2011

PARA OIRTE MEJOR

¿Qué cuenta la música de cámara? Esa fue la pregunta que desató lo que hoy ha sido una mágica mañana de domingo en Toledo.
Yo no canto, cuento; no soy músico, "palabreo" que es otra manera de despertar a la oreja, lugar por el que la palabra y la música se van haciendo un sitio y anidan o despiertan inquietudes, emociones, preguntas y silencios.
La propuesta me llegó de la mano de Hernán Milla, pianista y con el beneplácito de uno de los cubanos ilustres de mi lista de cubanos cercanos y entrañables, Carlos Cano Escribá, flautista del Trío Cervantes y que hoy para mi confianza y seguridad, sustituía a Rosa Sanz, de gira por Rumanía y que junto a David Olivares y el propio Hernán Milla, conforman Ilma Ensemble
Yo tenía que poner voz y palabras a un concierto didáctico.
Las certezas se construyeron en la ilusión de hacer algo nuevo, diferente y compartir con músicos llenos de tantas inquietudes como talento.
Me atreví y hoy asistí (asistimos) a un juego maravilloso de afectos, música y palabras. Este domingo fue especial, distinto, entrañable.
Constaté que hay otra didáctica: la de los afectos, la de compartir el placer de aprender a compartir, a jugar, a escuchar, a estar, en familia, en otros espacios en los que la norma se construye gracias al disfrute y por eso es flexible y es de todos.
Imagino que algún día alguien colgará un vídeo, una foto, un recuerdo y tengo la esperanza de que alguno de los asistentes cuelgue un comentario que de fe de lo que supuso esta sonora y luminosa mañana de domingo, en la que la música de cámara contó con voz propia y una voz prestada que hay mucho por hacer, que todo lo que se hace sin otra aspiración que la de compartir afectos, tiene en los humanos el mágico efecto del gozo y el disfrute (esas caras amables de la libertad).
Palabras, melodías; frases, en definitiva, y el placer de jugar, convencidos de que en la didáctica del juego, la espontaneidad es preponderante y desde la espontaneidad, conmover, convencer, animar, regalarnos ese placer común a cuenteros y músicos que nos otorgan la oreja y el que escucha y escuchando, aprende y nos enseña.
Gracias por contar conmigo.

lunes, 2 de mayo de 2011

LA TRADICIÓN ORAL ¿VALOR EN ALZA?



A dónde va lo común, lo de todos los días
Silvio Rodríguez


Si miro atrás, a la raíz de mi conciencia lectora, surgen dos títulos que en su tiempo antólogo Herminio Almendros, maestro español (machego, de Almansa), y que tituló “Había una vez” y “Oros viejos”. Descubro entonces, en ese primer recuerdo que la mayoría de las historias que conformaban el libro tenían su raíz en cuentos populares y tradicionales.
Quizás fue una suerte asimilar el legado de algunas culturas orales como una “especie” de literatura porque, lógicamente esos cuentos habían pasado por una “depuración” estilística para responder a las demandas de las nuevas estructuras sociales que, lógicamente generan nuevos conceptos y nuevas visiones del universo.
O tal vez fue ese el error en que creció mi generación, en el desdeño de lo Oral por cuanto representaba la pertenencia a un pasado del que nos habíamos sacudido y que, supuestamente, íbamos camino de superar.
No sé si estaba predestinado a vivir del cuento, aunque viniendo de una familia de habladores todo era posible, pero fueron, casualmente dos historias literarias las que despertaron en mí las ganas de contar “La serpiente y su cola”, Onelio Jorge Cardoso (Cuba) y “La historia de un caballo que era bien bonito”, de Aquiles Nazoa (Venezuela), pero el devenir de mi oficio por una intuición no concienciada, no asumida del todo, ha querido llevarme por el maravilloso camino de la Tradición Oral.
Mientras intentaba esta reflexión llegan a mí unas palabras de Antonio Rodríguez Almodóvar:
"Los cuentos tradicionales siempre han tenido en cuenta esta delicada fase de la formación del pensamiento y, en general, del psiquismo infantil. Por eso contienen una significación simbólica que no aparece en primera lectura; para que la propia mente, en su desarrollo, se haga con el sentido. De ahí que los auténticos cuentos tradicionales tampoco posean mensajes explícitos –moralejas-, que son propios de la cultura ideológica, o doctrinal. Aquellas cualidades son más profundas y más rica en las versiones de la tradición oral o popular".
Y entonces lo veo claro, lo cuentos de tradición oral cuentan lo que somos y es, gracias a su aparente simpleza, que se te cuelan en el imaginario, porque desde este llegan, en este se reinventan, se “conservan” y ese, es su valor más auténtico.
De un tiempo a esta parte ha habido una avalancha de publicaciones que intentan recoger la “memoria oral” de muchas culturas, no sé si para potenciar el valor de las mismas o para “hacer caja” de la necesidad de muchos ámbitos de abrirse a la pluralidad del mundo.
Hemos visto de “casi” todo, hasta extremistas interpretaciones que relegan a un segundo plano e incluso al olvido, el auténtico valor de estas narraciones que gracias a los libros se han hecho tangibles.

Pero ¿Dónde estriba el valor del cuento popular y de otros elementos de la tradición oral? ¿Por qué constituyen una herramienta?
Muchas veces los valores de los cuentos de tradición oral no se manifiestan abiertamente, si sólo buscamos desde el reducido prisma de lo explícito. Y es que los valores, nacen del ejercicio cotidiano y humano de entender la realidad, reinventarla, comentarla, asumirla, reconstruirla desde los valores heredados o desde los valores en construcción (los valores son procesos). Las visiones reduccionistas de los valores nos hacen, muchas veces, menospreciar, despreciar o trasformar erróneamente aquello en lo que se sustenta la esencia y el valor de estas creaciones.
En la Tradición Oral todo se reviste de una aparente simpleza que no siempre asusta, que no hiere e incluso nos sorprendemos riendo de afirmaciones, aseveraciones y juicios que en otros contextos rechazaríamos abiertamente.
El cuento popular, de tradición oral cuenta lo que somos, lo que pensamos porque va desvelando de dónde venimos y de dónde vienen algunos de los principios, normas y valores que arman nuestro imaginario individual.
De ahí que no sea prudente versionar por versionar, recontextualizar por modernizar, lo propio sería considerarlo una entidad viva y que sean, ámbito, interlocutores, circunstancias las que atribuyan, en el proceso, un nuevo valor al texto.
La fundamental riqueza del cuento estriba en que se arma desde la subjetividad por lo que, al desatarse el proceso de COMUNICACIÓN, se activan en el oyente sus capacidades de análisis y asimilación de lo que se cuenta a veces de manera conciente, otras inconcientemente. El bagaje de la tradición oral radica en su valor patrimonial, en su capacidad de nombrar lo cotidiano con los recursos propios de la cotidianeidad.
No hay que complicarlo, ni juzgarlo, hay que disfrutarlo como algo propio y permitir la libertad de que sus múltiples enseñanzas se armen en comunión con los saberes del que cuenta, del que escucha, del que asume la historia como un ente vivo, con rasgos de identidad que de alguna manera nos desvelan la identidad propia.
Entonces, nacerá (más allá de tópicos) la condición de herramienta para incidir en determinados procesos y favorecer la creación de auténticos espacios de comunicación afectiva que, ajenos a las doctrinas, nos permitan contar y contando construir los que somos.

lunes, 25 de abril de 2011

VERSOS PARA EL RECUERDO

Hace unos meses (tantos que si los nombro me parece que a punto estuvo esta crónica de caer en el olvido) me llamó Javier, de Úbeda. Él y Beni venían a Ciudad Real, ciudad que a ratos me acoge, al concierto que su hija daba en Pachamama.
Yo hace un tiempo, por error y por miedo al humo, me había alejado de los cantautores. Tenía razones más que suficientes para ir: una compañía de lujo, tiempo y ganas de que el alma se abriera al recuerdo y las palabras de un amigo, José Lemus, que alguna vez me habló de una muchacha de Úbeda que cantaba como los ángeles.
La muchacha que canta y a su vez, hija de Javier y Beni, es Zahara. Una mujer que sabe muchas cosas, sobre todo qué decir y cómo cantarlo.
Me atrapó, me sedujo, me conmovió por eso una canción "CAMINO" y el motivo que la inspira (que luego supe, de voz de Zahara, en un desayuno con flores en la Plaza Mayor), me movieron a escribir estos versos adultos cuando mi manía de jugar a las poesías se hacía cada vez más vieja.


No es que no quiera volver,
es que no encuentra el camino;
la maraña que el destino
ha tejido con su ser.
Hoy sin mañana, el ayer
perdido en la lontananza,
donde el olvido y su danza
juegan a inventar la ausencia
con la luz de tu presencia,
con la raíz del querer.

Se hizo tu mirada espejo
donde engalano mi risa
para que bebas sin prisa
la ternura que te dejo.
Y mi recuerdo más viejo
renace en algún suspiro
que se escapa cuando miro
cómo te pierdes volando
y me consuelo cantando
la huella en la que me inspiro.

Abuela, en la lejanía
te busco arrullando nanas,
calentando las mañanas
con aromas de poesía
y tu voz, que se hace mía,
va dibujando emociones,
armando nuevas razones
que censuran al olvido
y en mi pecho te haces nido
donde empollan mis canciones.

Y por si quieres volver,
cuando recobres tus lazos,
yo me reservo un abrazo,
una flor y un alfiler,
el mismo cuento de ayer,
un mago y un peregrino,
una bruja, un adivino
que ayuden a levantarte
y que puedan arroparte
si reencuentras tu camino.

sábado, 23 de abril de 2011

MENESES, UNA NOCHE DE HACE 20 AÑOS

Nadie entiende a la noche
si un cocuyo de roza las almohadas,
tanto silencio no puede ser la aurora,
tanta torpeza no amasará precisa
la esperanza.

La noche tangible es lastimera y dura
si tocase un descuido la soledad del sexo,
si una canción viniera de la nada al deseo.

¿Flotará la esperanza
en la suerte cocuyo que lastima los sueños?

Nadie entiende a la noche,
sólo el cocuyo para y es soledad y aurora...

viernes, 22 de abril de 2011

AMOR PIRATA

Cansado de esperar, el pirata quiso abandonar mi pueblo sin costas. Al intentarlo, descubrió un para de retoños en mitad de su pata de palo; había echado raíces.
Decidió quedarse y, entonces, pasó por delante de sus ojos un vestido azul turquesa que se movía con un sensual vaivén de mar en calma. Sus ojos marrones siguieron aquel contoneo y ella notó una mirada insistente de hombre a la altura de sus nalgas. Paseó el mismo camino unas cuantas veces y se detuvo luego para mirar con descaro al pirata.
La joven tenía los ojos del mismo azul del mar que él añoraba y el hombre la miró como quien otea el horizonte y al alma le llegó con aquella mirada. Decidieron amarse para siempre.
Mi abuelo pirata tuvo el privilegio de envejecer con la certeza de un amor que le ofreció raíces y horizontes.

Esta es la versión apretada de la historia que narra por qué mi pueblo, Meneses, tiene por patrona una Virgen marinera, por qué mi abuelo fue un pirata y por qué olvidamos el color de los ojos de mi abuela paterna que escribí para mis amigos de Légolas y su genial propuesta de echar a rodar los cuentos

jueves, 21 de abril de 2011

De boca a oreja (como Dios manda)

Lo cierto es que lo del boca en boca del castellano tiene, en francés, un sentido mucho más lógico para este asunto de la cuentería, la narración oral, la comunicación afectiva que intentamos algunos.
Reflexión que debí colgar hace un par de semana cuando bullía mi espíritu en Estrasburgo gracias a este maravilloso Festival, de aparente modestia; pero de una grandeza, privilegio de pocos.
Y es que "De bouche à oreille et de boca en boca" es un Festival de cuenteros y cuenteras que surge hace cuatro años con vocación de juntar palabras y palabreros y dar a Estrasburgo (que ya tiene los suyo) un rinconcito amable donde la cuentería tuviese caldo de cultivo para arropar y arropando crecer con el vigor conque ha crecido en este tiempo que, comparado con la historia de los Festivales de Oralidad, se antoja breve.
Responsables hay muchos, pero en la raíz misma de este árbol están José Manuel Garzón, hombre, actor y cuentero, generoso y cabal, como pocos (es mi amigo, lo admito) y Ligia Vasquez, mujer de rompe y rasga como casi todas las de su tierra (Colombia); transparente y de una pieza que aglutina no sé si como dinamizadora o como madre a mucha gente diversa con ganas de hacer y compartir haciendo (cosa extraña en estos tiempos que, no se si corren para pasar más a prisa de la pasividad y la inopia)...me enrollo.
A lo que iba; Garzón y Ligia son auntéticos y cómo saben lo que quieren se han unido a personas que alegran, cuidan, cocinan, cantan, miman, abrazan, respetan, escuchan, aconsejan, protegen, amparan y que hacen que en una semana la vida de cuenteros sea mucho más mágica que cualquiera de las historias que el público magnifica y reinventa mirando cada gesto, pero viendo por la oreja, como manda la tradición.
Contar en la Maison de l'Amerique Latine de Estrasburgo es privilegio, es lujo. Allí se tejen y destejen a un tiempo tantos imaginarios como mundos desata la palabra viva, como ansiedad se despierta en las orejas expertas con el castellano y en las que recién se suman a la música maravillosa de nuestra luenga (ejercicio al que nos sumamos los castellano parlantes en las sesiones en francés)
La "salita" tiene el tamaño justo, la capacidad suficiente para que no se pierda nada cuando estás contando o cuando escuchas (ahora estoy aprendiendo a escuchar con la piel)
Tres sesiones diarias, el público va y viene y se queda y regresa, participa en un acto sublime de generosidad y respeto, por eso el título de esta "divagaciones" afectivas. Insisto: el cuento sólo vive por la oreja que lo escucha.
Si alguna vez os llaman para ir a contar a Estrasburgo, a la casa de América, no pregunte ni ponga condiciones; es un aprendizaje.
Si alguna noche coincide y pasea por el número 7, Rue de la Course y ve un cartel que anuncia cuentos, pregunte y pase, anímese y súmese a este entramado de afectos para que el sólo se necesitan orejas porque la palabra esta servida con una buena dosis de autenticididad, profesionalidad y respeto.

hay días en que Carolina Rueda debe estar a mano

Sin ir más lejos, hoy la he buscado para que ilumine la víspera de este Jueves Santo que se me antoja gris y no aparece.
Le he dejado un mensaje con voz rota, por si cuela y me llama en un rato y si no es suficiente cuelgo estas rimas apuradas que le dediqué hace un año cuando Bogotá, gracias a ella, regalaba certezas a mi oficio.

En la voz de Carolina
hay futuros y pasados,
hay pájaros desatados
que, con magia cantarina,
pueblan, como serpentinas,
los caminos y las almas
y en torbellinos y calmas
las luces se hacen tangibles
los silencios perceptibles
y la tierra se sacude
porque a su consuelo acude
la voz de alas y raíces
que, con sonoros matices,
alienta la poesía
y canta la melodía
con que despiertan las nanas
y dormitan las campanas,
la montaña se hace cielo,
el mundo se hace un pañuelo
y lo imposible camino
y lo humano es lo divino
y lo divino la suerte
donde la vida y la muerte
bailan sin miedo al ovido.
Porque esta cuentera es nido,
esta cuentera es abrazo,
es leche materna, lazo,
arrullo, ventana, canto,
es consuelo para el llanto,
música de las canciones,
balcón de las emociones,
ala de los sinsentidos,
el sueño de los dormidos,
es la voz de los "sinnombre",
el nombre de los perdidos,
es corazón y latido;
esta cuentera de raza
que te mima, que te abraza
y al amor le da sentido.



RECOMENDACIONES:
Más allá del afecto, la admiración y el respeto y en virtud de estos, léase a modo de crítica y como definición de cuentera y de cuentero, por supuesto.

POEMAS DE ANTAÑO

Pasa que la canción se desgarra,
pasa que el miedo vuelve desde el llanto a la espera,
pasa que la estación es menos tierna sin payasos,
que el desamparo ruge,
que la tristeza canta:
"Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero..."

¿Qué esperar si perece el aliento desde el alma,
si surjo de tu nombre y te me quiebras,
si te evoco y no asaltas mi lujuria con tus trinos?

Voy a armarte en mis razones aunque faltes
aunque sufra
aunque duela...
Desamparo es de este sitio la consigna
y convoco el canto que me nutre
y asalto la ternura que me hiere

Pasa que la canción ya palidece,
pasa que la fin el miedo me devora,
pasa que un triste otoño languidece,
pasa que, inconsolable, mi alma llora.

septiembre de 1991

martes, 13 de abril de 2010

HABLAR POR HABLAR

Ya no sé que pretexto encontrar para subir a tiempo las cosas que vale la pena compartir con la parte del mundo que no las vive
Bogotá fue un torrente incontenido e incontenible de emociones y me debo palabras para elogiar a los cuenteros y palabreros que me permitieron el privilegio de compartir con ellos esos días definitivamente maravilloso en los que Bogotá se rindió a la palabra, al gesto, a la escena, al arte.
Las palabras que me salían entonces estaban cargadas de una suerte de paternalista melancolía y por eso me prohibí la cháchara necesaria.
Luego el paso por La Habana que siempre me enmudece y el regreso a España en una avión diseñado para tallas pequeñas...
La vuelta ha sido fácil, sólo el cansancio ha hecho mella en mis ganas de comerme el mundo y ya desde ayer ando por La Manchuela (Albacete) descogelando las historias que callaron los temporales del último invierno.
Hoy supe que este año nos vemos privados del Festival de Cádiz por los consabidos temas de presupuestos y mientras me ordeno la sesión de las siete pienso que mañana estrenamos oficialmente el corto "HABLAR", del canario Francis Peraza y en el que un servidor hace de actor. Nada, atrevido que se vuelve uno, cuando no permitió a la adolescencia desatinos. Tengo miedo verme cara a cara con el resultado y no ser lo que quise o intenté ser.
Juro que mañana, desde el lugar del mundo que me permita conectarme a la red hablaré de "Hablar" y espero que no sea como algunas veces hablar por hablar

miércoles, 31 de marzo de 2010

MANERAS DE DECIR


Llegar a Bogotá ha supuesto un antes un un después de muchas cosas. Cierto que ya tengo ganas de mi mundo, de mi vida cotidiana, de mi casa y su luz, de mi espacio, mi tiempo y de ese, aveces, insoportable ejercicio, que se llama rutina.
Llegué a esta ciudad como quien acude a la prueba definitiva de su oficio y aunque se han empeñado en robarle derechos al paisaje, ahí estaba mi Carola, mi Carolina Rueda, luminosa y anfitriona para darle a la ciudad todo o que faltaba en la sorpresa de la primera vez, de la llegada.
No bien superado el abrazo llegaba Flora Ovalles, narradora y amiga venezolana con la energía un poco mustia, pero con el corazón de siempre y entonces supe que valía la pena.
A toda prisa subí maletas y cansancio a la habitación y en una furgoneta llena de cuenteros me fui presuroso a vivir lo que ya estaba pasando en el Festival.
Cuatro sesiones, cuatro maneras de contar, un mismo espacio y casi un mismo público algunos sólo acuden al primer pase, otros repiten y otros llegan renovados a fortalecer las energías del elemento imprescindible de este oficio, la oreja)
La noche la abre Jean Michel Hernández, un hombre que tengo la impresión de conocer de siempre, generoso en expresividad y un tejedor de palabras que un barca roja nos paseó por un trocito de ese Mediterráneo azul, tranquilo... Ese hombre sabe muchas cosas pero te insinúa su sabiduría sin estridencias.
Luego fue Linda Gallo, hermosa cuentera, eficaz en el gesto y certera en la palabra y con una voz tan bien "parida" que dan ganas de dejarse arrastrar a cualquier sitio. Un espectáculo mestizo, que contamina, en la medida justa, la cuentería con la música y la danza. Erotismo, humor, oficio, todo ello en un plato único agripicante, dulcisalado, con un acidez de fruto rojo que además de reír, me hizo pensar y descubrir a esta mujer de la que ya tenía nociones por palabras de Pedro Mario y Carola.
Alekos, es definitivamente un duende, se te cuela y te toca sin permiso. El llegó luego, cuentero, juglar, humanista y nos paseó como por un parque de diversiones, desde la montaña rusa (que en Rusia es americana) hasta un cuarto de espejos en el que nos hayamos todos mirando a los ojos de Cielo para saber algo más de la ternura.
En bicicleta, llegó Luciano Federico, en guerra con el mundo y sus mentiras. Ácido, corrosivo, pero auténtico e ingenioso desde la palabra hasta el gesto, desde la filosofía hasta la puesta en escena. Todavía navego en ese mar de fondo azul y mágico que simboliza tanto y que te arrastra sin permiso y te exige pensar y actuar...o al menos intentarlo.
Como si o fuera suficiente para me cabeza desneuronada por tantas idas y venidas, el cierre con Calle 13 y en la espera de un pollo para dar al cuerpo lo que ya el espíritu tenía un a voz grita mi nombre con un acento de toda la vida. En Bogotá, a las 12 de la noche como una anunciación el más ruidoso, entrañable, efusivo y generoso en afectos de mis amigos: POPA
¿Es necesario decir algo más para probar que ha valido la pena, que Bogotá, a pesar de haberle robado protagonismo a las montañas me ha robado a mi mismo con el cuento de que en esta ciudad todo es posible?

lunes, 29 de marzo de 2010

DEL REGRESO Y LOS MIEDOS...


La espera es una suerte de delirio cuando se pone en juego la ilusión de llegar al sitio donde la ternura tuvo cobijo y ahora pulula huérfana en tierra de nadie.
Me apuro a desatar manías nuevas para llegar como quien no ha faltado, pero el tiempo de ausencia ha lacerado el huerto, la enredadera y el nomeolvides que crecía a la altura de mis ojos es ahora mismo un árbol casi gigante que se empina convocando al cielo o al olvido que son en estos lares la misma cosa
El recuerdo es una ventana rota por la que se cuela el frío y me arropo para escudriñar trillos de antaño en los que me dejé la piel de las rodillas, mis primeras palabras y tal vez un amor que no supe nombrar por la culpa del miedo.
Nada es igual, yo intento serlo pero hasta la oreja me descubre en su cansancio de armonizar los sonidos de ahora con las cantinelas endecasílabas de entonces
¿Y si cambio mi nombre? ¿Y si olvido el ayer y me lo invento como quien teje un cuento sin final previsto?
Nada tiene el color, los rostros son arrugas, las risas una mueca exagerada y fría, yagas tiene el azul y al horizonte se le escapa la voz cuando cuenta que antaño fue hermano del futuro.
Yo que le escucho, tiemblo y me acurruco como intentando reducir mi estatura para caber en los guacales limpios de mi infancia que miran suplicando que los cargue conmigo para siempre porque temen que olvidé la calle de piedra de mis juegos, el azul desvaído del nomeolvides y los olores con que mi barrio se estrenaba cada mañana a la suerte de ser parte del mundo que ahora mismo no sé si lo ignora o se conduele

EN MENESES, MARZO DE 2010

Modestia..¡Apártate!


Más allá y también más acá del narcisismo propio de los que vivimos de cualquier oficio que reclame el aplauso, cuesta hablar de uno mismo, más que nada por falsa modestia y por el qué dirán. Pero visto lo visto, que mis abuelas no estaban y que tengo la certeza de que faltaron ojos críticos que pregonaran mi dicha, me atrevo y cuento y me echo alguna florecilla y un ramillete entero al público que ayer me arropó en San José, que defendió mi voz y recolocó mi desánimo.
Fueron muchos ojos, orejas, manos, porque logré que bailaran y cantaran, que jugaran con mis cuentos más que nada porque estaban abiertos al disfrute y porque yo quería secarme la espinita.
Público familiar (cientoylamadre; para no errar) cuentos populares y una ambiente caldeado por la tarde que despedía un día de asfixiante temperatura.
¿Qué conté? Lo infalible: El gallo y el carámbano, El gallo de Bodas (mi versión del Gallo Kirico), La cucarachita Martina (que en versión tica se llama Mandiga y que en lugar de sopa hace arroz con leche), El pollito Pito, Akeké y el baile y canciones y juegos...
Nada, que me la pasé en grande y si alguien quiere corroborarlo que lo haga.
Parece que salir huérfano de expectativas hace que la fuerza te salga por los poros y que cualquier empeño es nada, si no hay un público abierto a gozar y a hacer tangibles la palabras que fluyen desatadas en el intento de compartir, conmover y disfrutar.

domingo, 28 de marzo de 2010

Ana Nery es definitivamente, LA MANCHA


Y no una mancha oscura, sino luminosa, con añiles y blancos y tono almagre bullanguero que no deja a nadie indiferente.

Y es que La Habana me supuso otro reencuentro con esta amiga con la que apenas coincido y que sin embargo parece que la cargo en mis afectos de siempre.

Ana es una mujer de raza, de las que no necesitan aderezos para ser más que tierra (como dice García Pavón en la defensa más linda y auténtica que he visto de lo femenino) por eso llega y encandila, o encanta o seduce o "encuenta" con palabras sencillas contando sus verdades y desvelando miedos y certezas.

La Habana la hizo suya porque ella supo cantarle Oshún, mientras la miel endulzaba su cuerpo (su cuerpazo) y al público le gustó su manchega verdad, su falta de artificios.

Sólo le debe a la La Habana una jota manchega para ver como se mete en este ritmo la clave cubana y percibir que parte de la anatomía caribeña se da al arte del meneo con este ritmo.

Gracias Ana por tejerme un puente entre mis vidas y nos debemos una madrugada para ir hasta el malecón a pescar y seguir contándonos la vida o viviéndonos el cuento.

Las ilusiones...¿perdidas?

No aprendemos los humanos a minimizar el riesgo de las expectativas. A ratos me he creído adulto y me impongo la certeza de que las cosas pasan porque sí, para que algo se mueva o se retuerza o gima, pero no dejo de creer en esa suerte fragilísima que supone el vivir de ilusiones, aunque luego, según reza el refrán, morir de desengaño sea lo propio...
Es cierto que mi oficio desgasta, pero al mismo tiempo te refuerza esos rincones maravillosos del afecto y cuando el cuerpo dice basta; el corazón o el ego, menos poético, pero vibrante y protagónico te exigen seguir destejiendo o tejiendo (según sea el caso) las palabras.
Confieso que soñé con este viaje, soñé soltar mi voz de acento entreverado en esta tierra amable donde los árboles y el verde compitan con las sonrisas más amables que he recibido en mi vida,llena de amabilidades y sonrisas; pero pobre de mí, el tiempo pasa y yo camino de un lado a otro mirando el privilegio de lo mestizo y viendo como vive la ciudad porque de cuentos, nada
Ayer en Alajuela, la cosa se torció por un error de comunicación y mi gozo en un pozo, por suerte estaba el patio maravilloso de la Casa de Cultura, la gentileza de Mariela, Juan Madrigal, Alan y mi anfitriona, Fabiola, que no hayaba qué hacer para consolar mi frustración, enmascarada pero que supo adivinar a pesar de mis risas y palabras desatadas.
Escribo a modo de catarsis, para asegurarme que esta tarde habrá orejas prestas a las escucha porque vine a contar y una voz sin orejas no es más que silencio...